Ser mamá de corazón

Yo no sabía el verdadero significado de las palabras “te amo” hasta que llegó María.

Ser mamá de corazón

Por Federica Quijano

Ser mamá... ¿Para mí qué es ser mamá?

Toda mi vida tuve retos, mi infancia no fue sencilla; sin embargo, quien la hacía mágica era mi madre. Ella trabajaba todo el día para sacarnos adelante, yo no entendía cómo se partía en mil para poder hacer todo lo que hacía por nosotros, me parecía que ella era superpoderosa y siempre quise ser como ella, así de amorosa, querida por tantas personas y haciendo nuestros días especiales a pesar de nuestras carencias económicas.

Para mí no había algo que soñara más y tenía más que claro QUERÍA SER MAMÁ.

En mi caso fue un poco diferente, mas no menos valioso; después de seis operaciones en la última me avisaron que no podría ser mamá.

Lo que sentí en ese momento no se los puedo explicar. No hay sentimiento más terrible que el que te digan que por ese lado, no sirves para nada.

Meses después se me dio la oportunidad de ser mamá adoptiva y jamás lo pensé, jamás pensé que ese bebé no sería para mí. Dejé de escuchar a la gente que me decía que era imposible adoptar en mi país; lo único que les decía es que podrían haber matado mi parte biológica, pero les prohibía que mataran mi fe.

Y así fue que siete meses más tarde me convertí en la mamá de la bebé más hermosa de esta tierra. María, de tres meses, a quien la primera vez que la vi estaba toda pálida con ojeras enormes y ojos tristes; sin embargo, nos vimos a los ojos y creo que ella me vio igual a mí con ojos tristes, y sin querer las dos en ese momento nos entregamos por completo. Yo me comprometí a amarla y a hacerla feliz todos los días de mi vida, protegerla de todo y de todos, y ella solo llegó a cambiar mi vida y llenarla de color.

Yo no sabía el verdadero significado de las palabras “te amo” hasta que llegó María, hasta ese momento aprendí lo que era dar tu vida por alguien. Me sentí la mujer más feliz de esta Tierra y así poquito a poquito María y yo construimos un hogar un lugar mágico e impenetrable.

La llegada de Sebastián fue diferente. A él lo tiraron a un basurero y se salvó de milagro. Llevaba un año y cinco meses en el albergue compartiendo cama con dos niños más. Yo lo iba a ver y a apoyar a todas las trabajadoras sociales, y cuando me dieron la oportunidad de adoptar a Sebastián para mí fue la bendición más grande que me pudieron dar la vida y Dios.

Así nos convertimos en lo que siempre soñamos, los tres nos llamábamos una cajita feliz, tenía la familia que siempre había deseado y soñado.

Es cierto, como mamá soltera pasas por muchos momentos de soledad, donde tienes que partirte en 80 para que tus hijos vivan mejor de lo que te tocó a ti. Hasta ahí, hasta ese punto, éramos una familia adoptiva y hermosa, nos teníamos los tres y nos divertíamos sin necesitar a nadie más.

A los tres años, de un día a otro empecé a perder a Sebastián. ¿Por qué digo perder? Porque así fue. Cuando alguien pierde a un ser querido pasa por diferentes estados: negación, enojo, culpa, dolor…

La pérdida que poco a poco íbamos experimentando María y yo con Sebastián, era una pérdida ambigua. Dejó de hablar, dejó de verme a los ojos, empezó a gritar, a arrancarse el pelo en pedazos gigantes, regresó a usar pañal. Ese bebé que me cantaba, que me decía “te amo, mami”… a ese bebé que cuidaba a su hermana y la protegía lo perdí, y sé que jamás regresará.

Sebastián fue diagnosticado con autismo. Como mamá haces absolutamente todo lo que esté en tus manos para proteger a tus hijos; sin embargo, en ese momento no tenía idea de qué podía hacer por mi hijo. Me sentí completamente sola, lloraba en la regadera para que María no cargara con mi dolor, con mi frustración. Yo no entendía por qué me había pasado a mí. ¿De dónde sacaría las fuerzas para que mi hijo no se quitara  la ropa a jalones, no se rasguñara, se arrancara las uñas, con crisis de agresión? Me tocó que me corrieran de restaurantes, del cine, centros comerciales, se burlaron de él una y otra vez y yo lo defendía; me atacaron, me insultaban, María y yo juntas protegimos a Sebastián porque no merecía ser tratado así.

¿De dónde o cómo tendría yo la fortaleza para que mi hijo tuviera una vida digna? Me deprimí. ¡Claro, me caí! Una y cien veces, y las cien me levanté, pedí ayuda sin conseguirlo, lloré una y otra vez, hasta que me vi en sus ojos, en sus risas sin sentido, en sus bailes, en su forma de comunicarse conmigo y traté de encontrar a ese bebé dentro de sus ojos y por momentos lo logré…

Las expectativas que te creas como madre de repente se van cayendo en pedacitos y estaba por romper la promesa que le hice a cada uno de mis hijos de amarlos y protegerlos hasta el día que me muera, y no encontraba la manera de cumplir con los dos.

En ese punto podía tomar dos decisiones: ser víctima y culpar a Dios o a quien quieras por lo sucedido o aprender de eso y convertirme en la mamá que necesitaban Sebastián y María en ese momento. ¿Qué hice?

Recogí todos mis pedacitos del piso, los pegué con curitas de Bob Esponja, de Dora la Exploradora y encontré la manera de no fallarles como mamá. Hoy mi hijo no es independiente, pero se viste solo, va al baño solo, cuida y ama a su hermana. Es un niño amado y mi mejor maestro de vida. María es una hermana maravillosa que tiene hoy la fortaleza de levantarme si vuelvo a caer. Son amados y, aunque hoy tenga que trabajar en cinco lugares para sacarlos adelante, sé que he hecho hasta lo imposible por ser la mejor mamá para ellos.

Si tú me preguntas, ¿qué es ser mamá? Es entregar tu alma, tu corazón, tus noches, tus días, tus sonrisas y abrazos, y no caerte y pelear y hacerte escuchar por ellos, por sus derechos. Es quedarte tú en segundo plano y entregarte a tus hijos, quienes con solo con verlos te iluminan el día. ¿Qué es ser mamá? Es convertir una osa café, en un grizzly poderoso y enorme para proteger a tus bebés.

Hoy me celebro y celebro a cada una de las mamás que somos capaces de ir en contra de todo y de todos por defender a nuestros hijos y verlos felices.

Sí, soy mamá soltera y no nada más eso… ¡Soy una SUPERMAMÁ!

¿Quién no haría lo mismo que yo por sus hijos?

Fede


Las opiniones expresadas son responsabilidad de sus autoras y son absolutamente independientes a la postura y línea editorial de Opinión 51.


Más de 150 opiniones a través de 100 columnistas te esperan por menos de un libro al mes. Suscríbete y sé parte de Opinión 51.