Crecer entre violencia vicaria

Cuando separan a un menor de su mamá no "hay dos versiones de la historia", hay violencia.

Crecer entre violencia vicaria
Gabriela Pablos Saucedo

"Mami, tengo mello que nos vayan a separar, no quello separarme de ti nunca," me dice mi hijito de 4 años cuando despierta llorando a media noche entre sollozos, sudor y lágrimas. Tras abrazarlo, consolarlo, cantarle bajito al oído y rezarle a Dios y a los angelitos para que nos mantengan juntitos, vuelve a dormir.

Quisiera poder decirle que se quedara tranquilo, que eso no existe o no pasará nunca, como si se tratara de un monstruo o un fantasma. Por desgracia, no puedo hacer mas que decirle que haré todo y más para que eso no suceda. Yo misma sé que también es factible que su peor pesadilla, que es también la mía, se vuelva realidad.

A los niños nunca se les deben de hacer promesas que no se puedan cumplir y, por desgracia, la pesadilla de Nicolás es también la de Constanza, Alonso, María, Mateo, Sergio; hijos de madres víctimas de violencia vicaria del Frente Nacional de Mujeres. Y actualmente es también el terror material que ya viven Emilio Balam, Emiliano, Mateo, Frida, Gael, Bruno, Lucio, Lucía, Franco, Hikuri, Evan y tantos otros chiquitines que por más que lloren en las noches no podrán encontrar refugio en los brazos de sus mamás mientras las autoridades y sus progenitores abusivos se los impidan.

Cada día se escucha más y más el término de "violencia vicaria"; se trata de la más cruel de las violencias machistas, en la que se usa a los hijos para hacer daño a las madres. La violencia vicaria, por lo general, inicia tras un divorcio o separación o incluso en las últimas etapas de la vida de una relación abusiva. Generalmente después de haberse suscitado una serie de agresiones como violencia psicológica, económica, sexual y física, que en la mayoría de las veces los hijos también presenciaron o fueron víctimas.

En ocasiones al hablar de separarse también surgieron las amenazas de "voy a quitarte a los niños" o de "no te voy a dar pensión", "te voy a destrozar en los juzgados", ya sea por parte de la expareja o incluso de sus familiares, siendo los abuelos paternos y la nuevas parejas los principales agresores en conjunto con el progenitor abusivo.

¿Y cómo por qué Nicolás no tendría que temer que nos separen y no nos volvernos a ver si hace un año ocho meses que vimos por última vez a mi bebé, su hermanito, Emilio Balam, que tan solo tenía siete meses de vida cuando su progenitor se lo llevó "al parque" y jamás regresó. Y desde entonces desfilaron por nuestro domicilio policías de investigación, personal del DIF, abogados, actuarios, "halcones", incluso personas manipuladas por el personaje que buscaban provocarme, para ser partícipes del "teatro legal" que se montó en los juzgados y fiscalías para "darle la vuelta a la tortilla" y convertir el rapto y la cobarde disposición de un bebé en lo que, según él, es una "hazaña heroica", en donde ridículamente proclama "salvar" a un infante de "su mamá" mediante la difamación de la misma.

Cuando separan a un menor de su mamá no "hay dos versiones de la historia", hay violencia. Separar a un bebé, niño o adolescente para romper el vínculo y la relación con su madre es violencia. Fabricar delitos a la madre, levantar denuncias falsas, amedrentar a su círculo cercano, difamarla como "mala madre", "loca", "piruja", "drogadicta", "alcohólica", "violenta", "abandónica", "bipolar", "violadora", entre sus familiares, amigos, hacer que pierda su trabajo y apoyo es violencia.

Que los niños tengan que someterse a peritajes e interrogatorios sin motivos reales, que los desnuden en la policía para ver si tienen moretones, que los juzguen por sí ya dejó o no el pañal, si todavía toma leche materna, si se muestra tímido o no coopera con una situación tan ajena a lo normal como lo es el escrutinio de un desconocido poco calificado y empático en una corte, en el juzgado o en la policía y que de esto dependa la integridad de su vida es violencia. Que pueda terminar confinado en un albergue de la policía o en una instancia del DIF por abusos de autoridad, mentiras de su progenitor y el cúmulo de todas las situaciones anteriores es violencia.

Judicializar la vida de la madre, hacer que la priven de su libertad en los separos, que no pueda asistir a audiencias porque hay acoso judicial, que haya órdenes de aprehensión por delitos falsos, que la metan a la cárcel por mentiras es violencia.

Que haya autoridades que sostienen y participan activamente y sin escrúpulos en todo este engranaje es violencia. Que no haya consecuencias ni para el agresor ni para las autoridades es impunidad y es violencia. Y todo este calvario también lo viven los hijos y ES VIOLENCIA.

En México existe desde hace décadas una red de corrupción y complicidad en todos los niveles del sistema de impartición de justicia a lo largo y ancho del país, que desde la inconciencia, la ignorancia, la necesidad, el cinismo o todas las anteriores resuelven u omiten acciones que están perjudicando gravemente a las infancias y generan daños irreparables en los menores.

Adele Urbán y sus tres hijos viven violencia vicaria desde el 2019, cuando el progenitor de ellos abandonó su hogar en Mérida para raptarlos y llevarlos a vivir a la Ciudad de México. Desde el pasado 30 de marzo la hija mayor de Adele se encuentra internada en el Hospital Psiquiátrico Juan N. Navarro, luego de que la menor intentara suicidarse por segunda vez al no soportar más la situación que vive en casa con su padre, a quien el juez otorgó la guarda y custodia haciendo caso omiso de los abusos sexuales y emocionales que denunció Adele en el juzgado y en la fiscalía.

"Me enteré por el parte médico que exigió la fiscalía al hospital, pues cuando traté de pedir información sobre la salud de mi hija la directora del hospital mandó una patrulla para que me fuera... En ese reporte señaló que mi hija intentó suicidarse por todos los problemas que hay en casa de sus abuelos donde vive con su padre. Luego de que intentara suicidarse, su padre la regañó porque se enteró su abogada y renunció por el gran daño que ha hecho a mis hijos y a mí, culpó a la niña, la manipuló y ella intentó quitarse la vida de nuevo; por fortuna no lo logró. Ya lleva más de mes y medio ahí y estiman que tendrá que tomar tratamiento durante dos años o por el resto de su vida. Por más que su progenitor "se haga el bueno, la verdad es que ha envenenado el alma y corazón de mis hijos", dijo Adele, quien sigue padeciendo amenazas de muerte del progenitor de sus hijos, difamaciones de la nueva pareja de ese personaje y las injusticias de una resolución sobre un cambio de guardia y custodia que no llega desde hace años.

Estas vejaciones las nublan las autoridades con frases que coleccionamos las madres víctimas de violencia vicaria en el anecdotario de la indiferencia y la crueldad, frases de servidores públicos que, como quien quiere tapar el sol con un dedo, te dicen:

"El bebé no se lo robaron, está con su papá", (frase a una madre después de un año de desconocer el paradero de su bebé). "Ay, señora, ya no exagere con la orden de restricción, váyanse a tomar un helado al parque y si le hace algo el señor, pues grite", (frase de una jueza a una madre que tiene que permitir las visitas de un padre recién salido del reclusorio por violencia familiar). "Ay, pues sí, el 'muchacho' mintió, pero, pues, ¿ya qué le hace?", (le dice una agente del Ministerio Público a una madre que estuvo privada de su libertad en el reclusorio por mentiras de su expareja que fueron expuestas y deben de ser investigadas y no quiere hacerlo).

Y aunque la violencia vicaria recientemente tomó nombre, su accionar no es novedoso. Actualmente podemos hablar con adultos que la vivieron cuando fueron niños, y en ese tiempo ni hablar de perspectiva de género ni derechos de la infancia.

Bilhá Calderón, quien actualmente tiene 39 años, recuerda la noche en que su progenitor (a quien ella nombra como “Calderón”. pues le es imposible verlo como padre) pasó por ella y su hermana a su casa en Ciudad Satélite para "llevarlas a cenar", las raptó y las llevó a Puebla a esconder a casa de un familiar que las maltrató constantemente. "Aunque yo tenía tres años lo recuerdo bien, esa noche comenzó toda una historia de maltratos y golpizas. Nos recuperaron tiempo después, llegó mi mamá no sé si con el DIF, la policía o qué, recuerdo que abrieron una puerta y había muchos autos, y a mi mamá no la dejaban acercarse. Fue un recuerdo muy extraño de mi niñez.

"Mientras yo fui menor de edad, Calderón fue siempre una amenaza, siempre estuvo encima de mi mamá, fastidie y fastidie con que tenía que verme y podía verme, manipulaba a mi hermana, hizo de nosotras un instrumento de tortura para mi mamá. Para mí, Calderón fue una figura de terror, yo siempre pensé que me iba a llevar. Esa era la amenaza, que me iban a separar de mi mamá, de mi familia". Bilhá asegura que su calvario acabó el día que cumplió 18 años, tanto su mamá como ella se liberaron de la terrible amenaza de que Calderón pudiera "venir por mí".

"No sé cómo le hizo, pero él se creó esta historia con su familia de que mi mamá era una 'bruja terrible' que nunca le dejó verme a mi, y pues, por el contrario, él era esta persona terriblemente machista, terriblemente abusiva y narcisista, la realidad es que fue una persona que abusó emocionalmente de su familia", comentó.

Bilhá considera al ver esta situación con la perspectiva del paso del tiempo que fue muy difícil para su mamá salir de los ciclos de violencia doméstica por toda la situación institucional que la gobierna, y para ella y su hermana mientras fueron niñas, pues no tenían las "piezas del rompecabezas" que faltaban para entender lo que vivían.

"Una de las partes más dañinas fue la ayuda, el apoyo y la cooperación de la familia de Calderón en el abuso hacia mi mamá y hacia nosotras, hicieron muchas atrocidades, dieron sobornos a todo mundo para que mi mamá perdiera todo y tuviera menos derechos. Imagínate en los ochentas, el DIF en ese entonces, los abogados, todo este sistema mexicano que se presta para que a las mujeres las cuestionen y las sobajen, las tachen de locas, fachosas, gordas o no se qué... o que si porque trabajaba y era su culpa y era una puta... y ese tipo de comentarios eran típicos en todas partes", recordó Bilhá.

Y aunque parece que han transcurrido más de 35 años desde que vivieron esto Bilhá y su mamá, la realidad procesal ha cambiado muy poco, si no es que hasta se agudizó, pues apenas se empieza a nombrar como violencia vicaria.

Hoy traigo a este espacio algunas de las vivencias con las que están creciendo nuestros hijos, los niños, niñas y adolescentes víctimas de violencia vicaria en México, con la esperanza de sembrar conciencia social y poner un alto inmediato al abuso postseparación. Los niños que viven violencia vicaria no "están con su papá", están con su agresor y un abusador no es y nunca será un "buen papá".

@gabypablos

Gabriela Pablos es periodista, escritora, feminista y activista sobre la violencia vicaria. Busca a su bebé Emilio Balam de dos años desde hace año y ocho meses.


Las opiniones expresadas son responsabilidad de sus autoras y son absolutamente independientes a la postura y línea editorial de Opinión 51.


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