El sello de lo inadmisible: la cadena perpetua a El Chapo

Con la ratificación de la sentencia de Joaquín El Chapo Guzmán, somos testigos de un juicio justo y ejemplar.

El sello de lo inadmisible: la cadena perpetua a El Chapo

El caso de Joaquín Guzmán Loera, El Chapo Guzmán, no es desconocido. En el México que habitamos las generaciones que hemos crecido con el narcotráfico y que hemos atestiguado la evolución del mismo, hablar de El Chapo Guzmán es como hablar, desafortunadamente, de los “aparentes” usos y costumbres de nuestro país. Y no es que no hubiese en la historia más capos que él, pero la diferencia la marcó sin duda alguna Estados Unidos con el juicio celebrado en su contra. Se estaba juzgando al Chapo Guzmán y había que hacerlo con celeridad, pulcritud y con todo el peso de la ley. Al final, a este capo le pareció buena estrategia no negociar con las autoridades y marcar de esa manera su sentencia de muerte: cadena perpetua. Y así, sus crímenes fueron juzgados y su sentencia ratificada.

A título personal, considero que a Guzmán Loera se le juzgó debida y justamente por sus actos criminales, como debe hacerse con la delincuencia cualquiera que esta sea; no obstante, percibí en todo momento un fino halo de ensañamiento y politización de su caso, en su juicio. Y no es para menos, Estados Unidos debía poner el ejemplo ante el mundo, el claro ejemplo de lo inadmisible, uno que quedó sellado con su cadena perpetua como sentencia. Era justo, sus quehaceres delictivos dejaron una profunda herida en la sociedad que le vio crecer y convertirse en lo que fue, y, aunque podemos pasar página, jamás olvidaremos ni perdonaremos. Son muchas las víctimas directas e indirectas. Es mucho el dolor.

Quizá uno de los fenómenos criminológicos más graves que produce la delincuencia organizada es el de los daños colaterales que ésta implica. La inseguridad y la delincuencia que ha vivido el país en las últimas décadas no se habían visto antes. Los desacuerdos entre grupos antagónicos que terminan en brutales masacres que ya no respetan ni a los civiles son producto del giro comercial de personalidades como la del Chapo Guzmán, delincuentes que no dan tregua a la paz de una sociedad que exige se le proteja y se le cuide,  un derecho que, desde luego, puede reclamar.

Cadena perpetua puede resultar para algunos una pena corta, en comparación con la estela de víctimas que los quehaceres del Chapo Guzmán dejaron a lo largo de los años. El daño está hecho, y deberán pasar generaciones enteras para que veamos los resultados intimidatorios de sentencias como la impuesta a éste. Hoy por hoy, el país, el mundo, siguen siendo testigos de la economía negra que generan actividades como el narcotráfico, y, mientras no se estructuren estrategias dirigidas a combatir en las sociedades las adicciones y se conciban oportunidades laborales, las y los adolescentes y jóvenes no sólo de México, sino de otros países, verán en la delincuencia organizada el nicho perfecto para hacer dinero fácil, aunque de todo lo que podría enumerar el poder es, y será siempre, el elemento más codiciado por el ser humano. No la riqueza, el poder.

Con la ratificación de la sentencia de Joaquín El Chapo Guzmán somos testigos de un juicio justo y ejemplar. Al final, fue llevado a los tribunales por lo que hizo durante mucho tiempo, no por lo que debió evitar, y bajo esa premisa es que se le encontró culpable y se le sentenció. El que fuera algún día aquel chico que trabajaba en los sembradíos de la familia y bajaba las vacas del monte por órdenes de su abuela Pomposa para la ordeña de la mañana, un niño con anhelo de salir adelante en un mundo que se perfilaba difícil, escaso de todo y sin oportunidades, acabó convirtiéndose en el capo más buscado del mundo, motivado por una ambición incontrolable que hoy lo tiene tras las rejas, en una prisión de máxima seguridad y sin esperanza de volver a ver la libertad. Esto, sin duda, debería intimidar a los próximos Chapos que andan por allí; no obstante, la realidad es que individuos como él están dispuestos a dar su vida por saborear el poder aunque sea por unos instantes, y ante ello el mundo de las adicciones es y será siempre lo más difícil de combatir.

@monramirezcano

Mónica Ramírez Cano es psicóloga, criminóloga y perfiladora criminológica. A lo largo de los años se ha especializado en violencia serial: pedófilos, asesinos seriales, violadores seriales, caníbales, incendiarios, acosadores, algunos robos con tinte serial, al igual que creación y colocación de bombas de orden no terrorista. Sus estudios los ha realizado en países como España, Portugal, Reino Unido y Estados Unidos, y su trabajo para el gobierno de la República en el pasado sexenio la llevó a realizar los perfiles psicológicos de los llamados “objetivos prioritarios del gobierno federal”, delincuentes acusados por el delito de delincuencia organizada en sus modalidades de secuestro, narcotráfico, tráfico humano entre otros. Ha perfilado a Joaquín El Chapo Guzmán, Dámaso López Núñez, El Licenciado; Melissa Margarita Calderón Ojeda, La China, entre muchos otros. En su búsqueda por los factores que inciden en el ejercicio de la violencia (desde la infancia), desarrolló la Metodología Inductiva de Investigación Aplicada “Método MIIA” de perfilación y actualmente ha hecho un alto en su carrera laboral y profesional para escribir sus memorias.


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