Document
Por Claudia Pérez Atamoros

A veces uno cree que va al centro de imagenología por un dolor sordo en el abdomen —y descartar cualquier urgencia– y termina encontrándose con una clase magistral de historia, ciencia y humanidad. Lo mío no fue un encuentro del tercer tipo, pero tuvo su sobredosis de asombro. Porque la vida, cuando quiere, es generosa: te manda con una doctora que no sólo sabe lo que hace, sino que es ¡pionera en lo que hace! Una diosa de la medicina, la versión humana de Higía, aquella asociada con la prevención de enfermedades.

Así fue como llegué, sin sospecharlo, a las manos de la Dra. Véronique Barois Boullard. Yo con mis molestias y ella, con su transductor, su mirada exacta y esa forma de hablar clara, sin adornos innecesarios. Como si el cuerpo —ese que a veces uno no entiende ni por dentro ni por fuera— pudiera por fin contarnos su historia en tiempo real. Y a ella sí que le contó mi cuerpo. Póngase así, agáchese más, volteé para allá… A ver, déjeme ver por ahí, ahora por acá, una última —es que soy muy curiosa… Yo la sentí muy cuidadosa.

Lo supe después, claro. Que esa mujer serena que me diagnosticó sin aspavientos es pionera del ultrasonido diagnóstico en México. Que llegó desde un pueblo llamado Vimoutiers, en Francia, y que aquí estudió Medicina en la UNAM y luego, con una terquedad admirable, decidió que el país necesitaba ver lo que antes se palpaba a ciegas. Mientras los médicos todavía confiaban en la intuición y la apertura quirúrgica como método de exploración, Véronique ya estaba aprendiendo con el Dr. Francis Weill en Francia, con Carlos Reynes en Chicago y practicando en La Raza, donde los aparatos apenas empezaban a zumbar. En 1979, junto a su esposo, el Dr. Miguel Stoppen, comenzó a implementar formalmente esta técnica en nuestro país. Un gesto técnico, sí. Pero también ético: ver antes de intervenir, observar con precisión, diagnosticar sin agredir. Juramento hipocrático a cabalidad: primero, no dañar.

No lo hizo sola. Otras dos mujeres —Mildred Riera y Cecilia de Castro— trabajaban también en otro equipo, con el Dr. Francisco Quiroz Ferrari. Tres pioneras, en tres frentes distintos, desafiando el lugar común de una medicina donde los nombres ilustres solían llevar bigote y corbata. Barois lo hizo con bata blanca, y una mirada que parecía detectar lo que aún no aparecía en la pantalla.

SUSCRÍBETE PARA LEER LA COLUMNA COMPLETA...

Mujeres al frente del debate, abriendo caminos hacia un diálogo más inclusivo y equitativo. Aquí, la diversidad de pensamiento y la representación equitativa en los distintos sectores, no son meros ideales; son el corazón de nuestra comunidad.