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Por Farah Ayanegui*

“Escribir para sanar ayuda a nombrar para existir.”

La primera vez que las letras me ofrecieron refugio fue a los 11 años. Recuerdo claramente estar sentada en la sala de lo que era en ese momento mi nuevo hogar, donde mis padres compartían a mi hermana y a mí la noticia de su separación. 

El dolor era tan profundo que parecía imposible arrancarlo del pecho, no sabía cómo liberarlo, hasta que un día, tomé lápiz y papel y empecé a escribir. 

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