Reflexiones sobre cómo sobrevivir el convertirte públicamente en “la dejada”

Cuando un matrimonio se acaba es doloroso, no sólo porque significa que pierdes a la persona que creías más cercana a ti, sino porque es probable que también perderás gran parte de tu red de apoyo.

Reflexiones sobre cómo sobrevivir el convertirte públicamente en “la dejada”
Por Amy L. Glover Drake*

(Columna inspirada por Shakira)

El matrimonio no es sólo una relación entre dos personas, sino una construcción social que incluye lazos familiares, laborales y sociales. Por esta razón, cuando un matrimonio se acaba es doloroso, no sólo porque significa que pierdes a la persona que creías más cercana a ti -a menudo la madre o el padre de tus hijos- sino porque es probable que también perderás gran parte de tu red de apoyo.

Conocí a mi ex-marido en la universidad en Washington, DC (Hoya Saxa). Estudiamos juntos, teníamos amigos en común en al menos tres continentes y éramos lo que se considera una "power couple". También éramos una pareja del TLCAN, involucrados en la relación trilateral desde distintos ángulos. Después de 23 años de matrimonio, dos hijos casi adultos y muchos altibajos, me comunicó que necesitaba un tiempo para pensar las cosas, lo cual acepté; yo también estaba harta de la dinámica.

Meses después me enteré de que mi "aún" marido -y a quién concebía también como mi gran amigo- había salido de mi casa para entrar en la casa de otra mujer. Todos mis amigos y familiares, en varios países, lo descubrieron cuando él empezó a publicar fotos suyas de lo que parecía su nueva familia en Facebook. Fue devastador. Durante meses apenas pude respirar del golpe, y si no hubiera sido por mis amigas más íntimas no sé cómo podría haber sobrevivido a la experiencia.

Pero como la mayoría de las mujeres, soy una persona fuerte; he seguido adelante y he florecido. Hay que tirar a la basura la glamourización del matrimonio y la censura social relacionada con el divorcio, así como la idea de que hay que compadecer a las mujeres que no tienen pareja. Perder una relación importante en tu vida siempre es difícil, pero con la distancia me alegro de que mi matrimonio terminara y soy mucho más feliz viviendo de forma independiente.

Quiero compartir algunas de las cosas que me ayudaron a superarlo, porque lo que me pasó no es algo de qué avergonzarse y quizá pueda facilitar la transición a otras mujeres que se enfrentan a circunstancias similares.

Una vez que mi separación se hizo pública, decidí rápidamente que no iba a hacerme la víctima y considero que fue una sabia decisión. Fue desagradable la forma en que terminó mi matrimonio, pero no iba a jugar el papel de la pobre dejada. Verte a ti misma como una víctima te hace sentir débil y puede hundirte emocionalmente en un espiral de depresión.

Me cuidé activamente. Ese año corrí más kilómetros que nunca. Practiqué yoga, meditaba y lloraba con amigas íntimas, y también con algunas compañeras de trabajo (sí, poco profesional, pero ya me perdoné). Aunque suene básico, cuidarse implica un esfuerzo consciente cuando te enfrentas a una crisis en tu vida. Yo recomendaría evitar el alcohol y el tabaco; ambos me gustan y ninguno soluciona nada.

Siempre he tenido muchas amigas, las procuro y las aprecio. Contar con mujeres a las que recurrir y que me animaran fue muy importante; creo que invertir tiempo y energía en nuestras amistades nos proporciona una fuente de alegría duradera. Me sorprendió los pocos amigos varones que mostraron empatía proactivamente, o al menos un simple WhatsApp. Con muy pocas excepciones (Pablo, Her, Tun) sentí que los hombres tenían miedo de mencionar algo por temor a tomar partido de alguna manera, pero así acabaron siendo poco solidarios; al final de cuentas yo también había sido su amiga.

Manejar la situación con los niños se complicó por el hecho de que uno de nuestros hijos se enfermó poco después de la separación. Me gustaría abordar este tema de los tabúes de la salud mental y el abuso de sustancias en otra columna porque tampoco las personas que sufren de estas enfermedades deberían ser despreciados. Cuando un hijo tiene un problema, sin embargo, la sociedad asume que la madre ha fallado en sus deberes, lo que añade una capa de crítica a un terrible dolor. Inmediatamente busqué asesoramiento profesional para ayudarle a él y aprender lo más que pude; afortunadamente ahora vamos por buen camino, pero nos costó a toda la familia años de paciencia y apoyo profesional.

Ser una mujer, profesional, bien preparada y económicamente independiente ha sido una bendición. Tenemos que insistir con las niñas y las jóvenes que su mejor apuesta es la educación y la experiencia laboral, no la talla de su bra (o la de sus nalgas) ni su belleza. Los hombres (o las mujeres) serán sus compañeros, pero no sus salvavidas. Deben prepararse para ser completamente independientes y, al hacerlo, protegerse a ellas y a los hijos que podrían traer al mundo. El matrimonio es garantía de absolutamente nada.

Por último, estoy agradecida con México, la nación donde soy una ciudadana activa y que elegí como mi hogar. Incluso en los peores días recibía sonrisas, chistes y consuelo a lo largo de mis rutinas diarias. El  mexicano en medio de la tragedia es una ayuda maravillosa y proporciona una perspectiva saludable. Muchos me han preguntado si planeo regresar a Estados Unidos en algún momento, pero no, esta es mi casa, y no me van a sacar de aquí, porque aquí me voy a morir. Y mientras tanto, ¡Viva la vida!

*Amy Glover Drake es CEO y socia co fundadora de Agil(e), una firma de asuntos públicos y comunicación estratégica con sede en la Ciudad de México; es licenciada en Ciencia Política por la Universidad de Georgetown y Maestra en Economía y Estudios Latinoamericanos por la Escuela de Estudios Internacionales Avanzados (SAIS) de la Universidad de Johns Hopkins.
@chilangagringa

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