Para variar, mujer y con condición especial

Estoy en una situación complicada, debo escribir como es la vida de una joven adolescente cuando mi propia vida no es típica de una mujer de 2023.

Para variar, mujer y con condición especial
Reneé Ontiveros
Por Reneé Ontiveros
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Estoy en una situación complicada, debo escribir como es la vida de una joven adolescente cuando mi propia vida no es típica de una mujer de 2023. Pertenezco a la neurodiversidad, mi diagnóstico es Asperger, me desempeño normalmente en la vida diaria, pero hay cosas que me cuestan trabajo como la interacción social, soy medio torpe, me falta sentido común, casi siempre me relaciono con adultos más que con las chicas de mi edad, por eso, tal vez los demás me consideran rara o excéntrica. Una vez escuché en un grupo de apoyo a un familiar lamentándose de que aparte de ser mujeres vivimos con condición especial.

Cómo si todo esto fuera una maldita jugarreta del destino para perjudicarme no solo a mí, sino a todas las jóvenes que hoy tenemos un diagnóstico. Vengo de una familia de muchas mujeres, desde mi infancia escuché que la adolescencia para ellas fue “lo mejor de sus vidas”, todo divertido, ameno, y travesuras. Me acomodé entusiasmada en la lista de espera para llegar a la pubertad, motivada por la necesidad de socializar, reírme, tener amigas y novio. Hay un dicho: “el león no es como lo pintan”, esa ha sido mi realidad. Soy joven, casi terminando la adolescencia, trato de acomodarme en los grupos que voy conociendo, pero ha sido en vano seguir luchando por la inclusión.

Es gacho y doloroso transitar en la adolescencia ignorada y sentirme sola. Mientras observo cómo todas arman sus grupos, se acompañan a la cafetería o al cine, suben las fotos de sus reuniones en el chat del salón, todas fueron invitadas menos yo. Es horrible sentirse un fantasma, o el patito feo del grupo. Me acomodo como puedo, para sonreír y ver el lado bueno de las cosas.

Creo tener una personalidad chispeante, intensa, divertida, enojona, amo los animales, el teatro y el canto. Me gusta transitar por la universidad saboreando el sentirme grande, soñando en que un día me saludaran con gusto y me invitaran un café, mejor aún, sentir la mirada de un chico que me coquetee y me pida mi número celular, tal vez no pido mucho, con que me pida mi Instagram me conformo.

Mi sueño, un proyecto de inclusión, por ello, me inscribí a la carrera de Psicopedagogía, pensando que el estudiar los planes y programas de estudio ayudaría a personas como yo. La verdad se me dificulta mantener la concentración, de hecho es una de mis debilidades, los primeros meses reprobé materias, pero aun así con mis dificultades lucho por salir adelante porque deseo terminar una carrera profesional.  

Hace dos meses tuve un fuerte problema, discutí con una compañera del salón, harta de meses de falta de inclusión, violencia verbal, y un pésimo manejo por parte de la escuela, por defenderme: la empujé. No me siento orgullosa de eso. Estallé al escuchar cómo se dirigía a mí y sus ofensas. Me suspendieron, acusándome de violencia. Soy Asperger, no actué con alevosía, ni ventaja, mucho menos con pensamiento de agresión y violencia. Solo fue una reacción acumulada de muchos meses de no ser tomada en cuenta. Se supone que debo de tener una coraza para aguantar la indiferencia o la falta de inclusión hacia mi persona, en verdad no los culpo, porque la mayoría no tiene idea de cómo tratar a una persona de la neurodiversidad, pero pensé que en una carrera como psicopedagogía encontraría más empatía que en el resto de las escuelas donde he estudiado.

Lo increíble de la historia es que luché por ser escuchada, imagínense escribí nueve cartas a mis nueve maestros, pidiendo reconsiderar la falta, hasta el día de hoy solo una me ha dado respuesta, la facultad brilla por su ausencia, y de rectoría mejor no hablemos. Me deprimí mucho, creí que ya era el momento de elevar mi voz, contar mi historia, acudí a la CDMX (porque vivo en Mérida) a varios programas de radio y televisión. No niego que estaba aterrada, mostrar mi historia, sintiéndome observada, y más cuando los comentarios de varias personas es que mentía o lucraba con mi condición para justificarme. ¡Wow! No cabe duda que tenemos mucho por hacer en el tema de inclusión.

No me voy a dar por vencida, tengo una familia que me apoya, un buen sentido del humor que me permite reírme de mis propias desgracias, estoy sentada en el sillón de la paciencia (aunque muchas veces la pierdo), bailo y canto para conectarme con este cuerpo lleno de luz, energía, y amor. Sólo le diría aquella persona que dijo “mujer y con condición especial”, que lejos de ser una tragedia, me siento feliz en el cuerpo que tengo, en lo que significa ser mujer, y mi condición la abrazo para sentirme especial.  

*Estudiante de psicopedagogía.
Asperger, 21 años.

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