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Por Jimena de Gortari Ludlow

Dan las 10 de la noche de un domingo, piensas que al día siguiente empieza otra semana. Cuesta mucho conciliar el sueño cuando estás acomodando los pensamientos y ordenando los días en tu cabeza y de pronto el vecino que vive debajo de ti, decide que es momento de colgar esos cuadros que tiene en espera y empieza con el martillo a golpear las paredes. Los golpes retumban en tu cabeza. La tensión impide que concilies el sueño.

Despiertas abruptamente porque las ventanas vibran y se escucha un ruido lejano que se aproxima, conforme lo hace, se intensifica y parecería que caerá el avión que emite ese estruendo sobre el edificio en el que vives, espabilas y recuerdas que cambiaron las rutas aéreas y que ahora, el ruido de los aviones forma parte de tu descanso. La angustia no te permite volver a dormir.

Escuchas a lo lejos que se inicia música a alto volumen, una que hace vibrar los vidrios, tu perro se esconde debajo de tu escritorio. Piensas que es sábado y las personas tienen derecho a divertirse, buscas tranquilizarte y esperas que concluya. Después de muchas horas notas que no has podido hacer nada, que la música te resuena en la cabeza y no te suelta, la fiesta sigue por horas y además, te persigue por todos los espacios de tu casa. La alteración se siente en todo tu cuerpo.

Apagas la luz, te desconectas de todo lo que puedes para empezar a descansar cuando de pronto escuchas una máquina que está rompiendo el pavimento, el ruido que hace es ensordecedor, se detiene a ratos, pero continúa golpeando y picando, el sonido del motor forma parte del estruendo que te deja en vilo. Al día siguiente te despiertas con angustia, pesadumbre y un cansancio que impide concentrarse.

Estas son sólo algunas de las historias que me han contado sobre ese ruido que aparece de repente, que irrumpe en tu vida y que parece no soltarte. Uno que incluso permanece en tu cabeza cuando se ha extinguido. Uno de los contaminantes más dañinos por el efecto que tiene en la salud mental, porque altera el estado natural del cuerpo. Cuando percibimos un sonido que nos molesta preparamos el cuerpo como medida para repeler la agresión, porque el ruido es un agresor y cada persona tiene sus formas de defensa. Puede empezar con la aceleración del ritmo cardíaco, después seguir con dolor de cabeza. Puede empeorar cuadros de angustia, ansiedad y depresión. 

Este contaminante actúa de forma inmediata y es capaz de ocasionar que la persona que lo sufre deba ingresar al hospital. “En la Comunidad de Madrid, se producen al año 11.000 ingresos por enfermedades mentales, que van desde trastornos de la personalidad, ansiedad, depresión, hasta crisis bipolares. De esos 11.000, alrededor de 750 se podrían atribuir directamente a ese ruido de tráfico y, de esos, un 60% se da en mujeres. Son las mujeres las que ingresan más que los hombres, y en las que el porcentaje de efecto es mayor. ¿Por qué? Hay varios estudios en Alemania que aseguran que las mujeres tienen mayor sensibilidad e irritabilidad ante el ruido” [1].

El daño que ocasiona el ruido en la audición es generalmente un proceso lento e indoloro. También se pueden evidenciar cambios químicos en la sangre y en su volumen de circulación. Se ejerce demasiada presión sobre el corazón, hay un impedimento del sueño y el descanso restauradores, además de que obstaculiza la convalecencia y, en general, puede ser una forma de tortura. El organismo no se adapta al ruido; llega a habituarse, y paga un precio. El precio de esta habituación es, en sí mismo, un peligro para la salud.

Para la Organización Mundial de la Salud, los problemas por ruido en épocas anteriores a la nuestra son incomparables con los que la población actual padece. Esto debido en parte, al gran movimiento de tráfico que existe en la actualidad, realizado principalmente por medios terrestres y aéreos, así como por el continuo crecimiento de los sistemas de transporte y las distintas industrias que producen más ruido. Hay que mencionar también el generado por el ocio: los restaurantes, bares y terrazas, que son motivo de quejas constantes entre los vecinos. 

El ruido es el segundo contaminante ambiental de las ciudades y tiene un impacto directo sobre la salud de las personas, quizás es momento de exigir a quienes buscar postularse en las próximas elecciones que, por primera vez lo incorporen en su agenda ya que de no hacerlo este contaminante seguirá trastornando la vida de las personas y poniendo en riesgo nuestra salud mental. 


[1] L. Gómez González, C. Linares, J. Díaz, et.al., Short-term impact of noise, other air pollutants and meteorological factors on emergency hospital mental health admissions in the Madrid region, Environmental Research, Volume 224, 2023.


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@jimenadegortari

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