Por Lourdes Encinas Moreno
Cada cierto tiempo me gusta regresar a Navidad en las montañas de Ignacio Manuel Altamirano, especialmente en tiempos de polarización extrema, cuando las redes sociales amplifican nuestras certezas individuales y nos encierran en cámaras de eco. Esta breve novela, publicada en 1871, nos recuerda algo que hemos olvidado peligrosamente: que es posible y necesario convivir en la diferencia.
La historia es engañosamente simple. Un capitán que combatió en la Guerra de Reforma y un sacerdote católico español se encuentran en un modesto pueblecito serrano durante la Navidad. Aunque representan posiciones ideológicas opuestas —un militar ateo y un cura—, bajo el techo hospitalario del párroco y en la calidez de la comunidad rural descubren que pueden conversar, compartir el pan y reconocerse mutuamente como seres humanos dignos de respeto.
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