Por María Alatriste
audio-thumbnail
Audiocolumna
0:00
/255.216

Voy a presentar mi libro a la FIL Guadalajara. Sé que suena bonito, que es un logro, que es importante. Y algún día también lo sabrás.

Sin embargo, lo único que tengo pegado a la piel es la imagen de ti, quedándote llorando cuando me despedí. Verte así me hizo el corazón pedacitos y me dejó un nudo en la garganta que todavía no sé digerir. Me pregunto: ¿todo esto valdrá la pena?

Y justo ahí aparece esa dualidad que atraviesa mi libro Maternidad: hermosa y horrorosa. Porque sí, es especial poder presentarlo, hablar de él, compartirlo. Pero es una sensación rara saber que, por más que intente pensar en mí (solo en mí), ya nunca volverá a ser así.

Tú eres quien me roba los pensamientos y quien me quita el sueño. A veces porque no puedes dormir; otras, porque algo para asegurar tu bienestar me inquieta. Y al mismo tiempo es hermoso saber que, en unos días, podré volver a abrazarte. Que habrá un momento en que tus besitos serán un lugar de calma.

No es la primera vez que viajo. Hace poco también estuve en Guadalajara promoviendo el libro, pero ya para regresar me estaba desesperando. Lloré en el avión de vuelta, que se demoró, porque te extrañaba, porque quería teletransportarme a ti: llegar a tiempo para dormirte, leerte un cuento, darte un beso en la frente.

A veces temo viajar en avión si no estás conmigo. No quiero faltarte mientras estés pequeño. Es curioso: cuando eres madre ya ni siquiera te puedes morir a gusto. Siempre hay una parte de ti que se queda de guardia, como si fuera imposible abandonar el puesto.

Y a la vez, cuando estoy contigo, tengo tantas cosas que hacer. Quisiera disfrutarte todo el tiempo, verte casi con microscopio: cómo te crece el pelo, cómo se alarga tu risa, cómo cambia tu forma de abrazarme. En medio del frenesí no quiero perder ningún momento, pero la vida insiste con tantos deberes.

Ay de mí, que tanto te quiero. Aunque el amor no me da sabiduría, a veces te crío desde mis sesgos, desde mis heridas, desde mis tormentas. Según yo te protejo, pero luego recuerdo que tu camino es tuyo y que tú eres el dueño de tu cuento.

Ay de ti, hijo, al que quiero tanto con el corazón atarantado, con la vida en caos, a veces con lo que puedo y no con lo que quisiera. Porque, aunque desde fuera parezca que tu mamá malabarea con gran talento, muchas veces solo soy una mujer al borde del límite. Tú eres el destello intenso de mis luces y mis sombras, el sonido de mi canto y, a ratos, el eco de mis miedos.

Este mundo puede ser tan abrumador que, a veces, siento que me quedo corta en el intento de protegerte de todo. A veces el niño que eres se espejea con la niña que fui. Desde lo que a mí me hirió, he ido formulando enigmas para que puedas tener una vida mejor que la mía. Y justo junto a María Antonieta Flores Astorga —una mujer que ha dedicado su vida a proteger los derechos de la infancia— presentaré mi libro. Hablaremos con valentía de la maternidad, del amor de madre y de los sesgos culturales que debemos cambiar para caminar hacia un mundo más igualitario. Desde ese escenario también estaré resignificando partes de mi propia infancia para proteger la tuya a toda costa.

Pronto me alcanzarás junto con tu amado e implicado padre en Guadalajara para estar cerca de mí. Pero antes quería dejarte esta carta aquí, en esta columna de Opinión 51, donde mamá escribe. Quizá algún día cuando estés grande leer a tu madre te ayude a conocer un poco más a la mujer que hay detrás de mamá.

Uno de mis mayores anhelos es saber darte tu espacio. Que puedas percibir a una mamá tranquila, confiada en la forma en que eliges experimentar el mundo, aunque mis entrañas se retuerzan de miedo y memoria.

No siempre podré decirte lo mucho que estas ausencias me regresan al tiempo en que sentía tus coditos por debajo de mi piel cobijados dentro de mi cuerpo. Hay un duelo en todo lo que implica verte crecer.

Algún día espero decirte que no mires atrás, que la vida se camina hacia adelante, aunque eso a veces signifique dejarme a mí en el horizonte. Que con el tiempo no me necesites tanto; que el recuerdo de mi amor por ti, aunque sea de vez en cuando, te acompañe como una brújula suave y no como un ancla pesada.

Te veo pronto, mi amor. Gracias por toda la inspiración que has traído a mi vida.

✍🏻
@MariaAlatriste

Las opiniones expresadas son responsabilidad de sus autoras y son absolutamente independientes a la postura y línea editorial de Opinión 51.


Mujeres al frente del debate, abriendo caminos hacia un diálogo más inclusivo y equitativo. Aquí, la diversidad de pensamiento y la representación equitativa en los distintos sectores, no son meros ideales; son el corazón de nuestra comunidad.