Por Mary Flores y Emilia Amezcua*
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Hoy estamos de manteles largos para celebrar a las mujeres rurales, quienes mantienen vivo el latido de la tierra y fortalecen a sus comunidades. Su papel es fundamental, pues son responsables de la producción del 50% de los alimentos de México, lo que contribuye de manera decisiva a la seguridad alimentaria nacional, según reporta el Instituto Nacional de las Mujeres.

Se estima que alrededor de un millón de mujeres se desempeñan en el sector primario. La mayoría participa en actividades agrícolas (84.6%), pero también tienen una presencia significativa en la ganadería (12.5%), la pesca (1.7%) y otras labores esenciales (1.2%), de acuerdo a la Secretaría de Agricultura y Desarrollo Rural. Esta diversidad de roles refleja la amplitud de su participación y el relevante papel que desempeñan en la sostenibilidad del campo mexicano.

Estas contribuciones también se manifiestan en prácticas cotidianas que sostienen la vida rural y fortalecen la autosuficiencia alimentaria de sus hogares. Su trabajo en la milpa y el traspatio exhibe estrategias y saberes que enriquecen la dieta familiar y aseguran recursos esenciales para sus hogares. 

Por ejemplo, más del 80% de los hogares aprovechan hongos y quelites como complementos de los platillos, durante la temporada de lluvia. La crianza de borregos y cerdos suele destinarse como seguro financiero para su familia para la compra de útiles escolares, tratamientos médicos o celebraciones. 

Continuidad de prácticas sostenibles

En estos espacios también desempeñan un papel como educadoras y guardianas de la memoria agrícola: transmiten saberes a los niños y la niñas, sobre la  selección de semillas, la preparación del terreno, el deshierbe, el abonado y la cosecha. Este conocimiento, heredado por generaciones y enriquecido por su experiencia cotidiana, constituye un patrimonio vivo que fortalece la identidad rural y garantiza prácticas sostenibles. 

Al compartir estas enseñanzas desde edades tempranas, siembran en las nuevas generaciones un profundo respeto por la tierra y una comprensión práctica del cuidado del territorio.

La participación de las mujeres rurales también está presente en la restauración forestal, una acción estratégica para la conservación de los ecosistemas y para enfrentar el cambio climático. Aunque el 62% de los proyectos de restauración forestal incluyen a las mujeres en alguna de sus etapas, su participación se concentra principalmente en actividades de restauración en campo, mientras que su presencia en procesos clave como diagnóstico, planificación, gestión y monitoreo apenas alcanza un reducido porcentaje.

En muchas comunidades, lideresas que desempeñan roles fundamentales en la gestión forestal, aportan experiencia y compromiso que fortalece la gobernanza local. Reconocer, apoyar y ampliar este liderazgo es clave para avanzar hacia una gestión forestal más inclusiva.

Fortaleciendo el vínculo entre personas y territorio

Visibilizar y fortalecer estas y otras contribuciones potenciales impulsa un campo más justo, sostenible y resiliente, con ellas como agentes fundamentales de cambio. En ganadería, por ejemplo, su experiencia y eficiencia técnica destacan. Estudios muestran que las mujeres logran hasta un 20 % más de productividad por hectárea o animal, y poseen una mayor precisión en prácticas como la inseminación, mejorando la eficiencia reproductiva.

Además de su labor productiva, las mujeres rurales son también multiplicadoras de saberes. Su papel en la divulgación de la cultura forestal y la educación ambiental comunitaria es clave para fortalecer la relación entre las personas y su territorio. En diversas comunidades, son ellas quienes organizan talleres, promueven prácticas sostenibles, transmiten conocimientos heredados y fomentan el respeto por los recursos naturales desde edades tempranas. 

Su profundo conocimiento de los ecosistemas locales y sus prácticas tradicionales y sostenibles las posicionan como actores clave en la adaptación y mitigación ante los efectos del cambio climático. A través del manejo agroecológico, la conservación de semillas nativas y la restauración forestal, contribuyen directamente a la salud y resiliencia de sus territorios, impactando también en la seguridad alimentaria y el bienestar de las comunidades a nivel regional y nacional

Sin embargo, para que estas contribuciones se traduzcan en una participación más amplia, es necesario crear condiciones que les permitan incidir en todos los ámbitos del desarrollo rural. Esto implica transformar los entornos institucionales y comunitarios para que respondan a sus realidades, saberes y ritmos de vida.

La valoración de sus múltiples papeles

En consecuencia, fortalecer su autonomía, reconocimiento y participación debe incluir: 1) valorar su doble rol como cuidadoras y productoras;; 2) garantizar acceso equitativo a recursos productivos y financieros, como tierra, crédito, insumos y asistencia técnica, indispensables para potenciar sus iniciativas; y 3) asegurar su participación activa y transversal en la toma de decisiones, en el ámbito comunitario, en espacios de diseño e implementación de políticas públicas rurales y ambientales.

Para ello, se requieren actividades como diversificar canales de comunicación, adaptar materiales a distintos niveles de alfabetización y ofrecer talleres con formatos flexibles que consideren sus responsabilidades de cuidado. Todo esto en un marco de colaboración con líderes locales para promover la corresponsabilidad.

Valorar, visibilizar e impulsar el trabajo productivo en la milpa y traspatio, la crianza de animales, su liderazgo la transmisión de conocimientos y su papel como actoras clave frente al cambio climático, es fortalecer la seguridad alimentaria y construir un futuro incluyente, justo y sostenible para todas y todos.

*Mary Flores, investigadora asociada y Emilia Amezcua, internacionalista; ambas son colaboradoras de Iniciativa Climática de México (ICM), think tank especializado en impulsar políticas públicas para acelerar la acción climática en el país


Las opiniones expresadas son responsabilidad de sus autoras y son absolutamente independientes a la postura y línea editorial de Opinión 51.


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