De críticas, fracasos y reveses

A mí me educaron, en la casa y escuela, a que el fracaso es lo peor que puede ocurrirle a una persona y algo que se tiene que evitar a toda costa.

De críticas, fracasos y reveses
Adina Chelminsky

Generalmente cuando voy a escribir un artículo para Opinión 51 reboto el tema y el tono con mi gente cercana. Me gusta su opinión y su input. Esta vez no me atreví a hacerlo. Hubiera matado de risa a más de una persona.

Adina hablando de maneras productivas y estoicas para asumir y aprender de los fracasos, críticas y revesesinserte emoji de carita llorando de la risa. En realidad, mi estilo para asumir el fracaso lo aprendí de los melodramas mexicanos de los 50s. Tragedia y lágrimas, seguidas de resignación (con esas miradas que matan). Marga López con pelo rosa.

Es algo que sin duda ha mermado mi vida profesional y mi vesícula biliar. Porque la manera en que lidiamos con el fracaso es un componente integral del éxito que tenemos en la vida.

Así que, heme aquí, a los cuasi 50 años teniendo que aprender cómo enfrentar los fracasos como adulto. Los pequeños y grandes, los que “ni me importa” y los que sientes te van a matar; convertirlos en el cliché de “lo que no te mata te enseña”, cuando lo único que quiero decir, en medio de una crisis, es #Bullshit. Lo que no te mata te da un gancho al hígado.

Los proyectos que eran seguros, pero se cancelaron. La gente que era perfecta para el puesto, pero resultó no tanto. El código que no jala o que está lleno de cucarachas. Los planes que no avanzan y no van a avanzar nunca, por más que les inyectes dinero o prendas veladoras. Las malas decisiones de inversión, las proyecciones erróneas, los emprendimientos fallidos. Las palabras rudas de la gente y las palabras despiadadas de mi superego.

¿A alguien más le suena conocido?

Nunca lo he sabido manejar. Verán, a mí me educaron, en la casa y escuela, a que el fracaso es lo peor que puede ocurrirle a una persona y algo que se tiene que evitar a toda costa. No repruebes, no te equivoques, no flaquees y, ¡por dios santo!, no llores.

Ningún maestro nunca me dijo: “Reprobaste, pero cuánto aprendiste”.

Y con esta carga uno entra al mundo laboral que es hipercompetitivo y despiadado. En donde la valía de una persona se mide en KPIs y resultados, en su efectividad, en su track record de aciertos.

Ningún jefe nunca me dijo: “no salió el proyecto, pero qué buena experiencia”.

Los éxitos son celebrados, los fracasos vilipendiados o, peor aún, conmiserados. Pobrecita.

Un fracaso laboral define (o asumimos que define) la valía que tenemos como personas.

Además, una tiene que lidiar con sus fracasos rodeada del éxito ficticio de los demás. Todos levantaron su primera ronda de capital en una semana, todos consiguieron el contrato billonario facilito. Todos lograron el puesto, la nota, el acierto.

Nunca nadie demuestra su vulnerabilidad o descalabros en público.

Así como en Instagram nadie se saca una selfie el día que está inflamado, ojerosa o con un barro en la punta de la nariz, en LinkedIn ningún post nunca tiene el copy: “fracasé, me equivoqué, no salieron las cosas como esperaba, quiero llorar”.

La importancia de saber lidiar con el fracaso es de esos grandes temas que olvidaron enseñarnos de jóvenes. ¡Cuántas lágrimas nos hubieran evitado y cuántas lecciones, la posibilidad de aquilatar!

Porque el fracaso es: a), inevitable y, b), NO es la antítesis del éxito sino la antesala.

Nadie, absolutamente nadie ha llegado a conseguir algo sin recorrer un camino (mayor o menormente) tortuoso. Ni en el trabajo ni en la vida. Lo acepte o no. Sufrimos en silencio (Marga López dixit).

Una vez leí que el éxito es un poco como estar embarazada. Todos te felicitan por el feliz acontecimiento, pero nadie sabe cuántas veces te cogieron para lograrlo. Son aquellos que entienden esta verdad los que no tiran la toalla ante los reveses, que no lo ven como destino, sino como oportunidad para hacer las cosas diferentes.

La lección más importante que estoy aprendiendo en este momento de mi vida es a manejar el fracaso, las críticas y reveses, darles la debida perspectiva, asumir errores cometidos, pedir perdones, limitar pérdidas, a sacudirme, a secarme las lágrimas y a seguir adelante con la cabeza en alto.

Porque, en palabras del gran rabino Jonathan Sacks: más allá de la fuerza para ganar, necesitamos el valor para atrevernos, la disposición para fracasar, la humildad para aprender y la fe para seguir luchando.*

*Aplica para todo en la vida.

@adinachel

Las opiniones expresadas son responsabilidad de sus autoras y son absolutamente independientes a la postura y línea editorial de Opinión 51.


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