Esa dualidad llamada “crecer”

No sólo me asfixian las dudas acerca de mi futuro profesional, pero es también un momento en el que parece que cada decisión que tome ahora va a repercutir en mi vida futura.

Esa dualidad llamada “crecer”
Andrea Ceballos Jaime

Por Andrea Ceballos Jaime

Toda la vida quise crecer. Siempre sostuve que yo me iría a vivir sola muy joven. Que me urgía ser independiente. Que no podía esperar el momento de trabajar. Cuántas veces no mencioné con un tono de desesperación: “ya quiero acabar la universidad”. Todo el tiempo con una prisa por llegar a ese lugar llamado adultez.

Ahora estoy ahí. Entrando al momento en el que deseaba estar. A punto de terminar la universidad, empezar a trabajar de tiempo completo en un lugar del que no imaginaba ser parte, ganando mi propio dinero y preguntándome cómo fregados le voy a hacer para comprarme una casa algún día o incluso cómo voy a pagar una renta en la colonia Roma donde siempre pensé que quería vivir.

Me aturden las preguntas. No sólo me asfixian las dudas acerca de mi futuro profesional, pero es también un momento en el que parece que cada decisión que tome ahora a mis 22 años va a repercutir en mi vida futura de los treintas, cuarentas, cincuentas y más. Llegan cuestionamientos que a veces pareciera que están demasiado adelantados a su tiempo y a la vez son tan apropiados. ¿Quiero tener hijos? ¿Me quiero casar? ¿En dónde quiero vivir? Todos esos cuestionamientos al ser mujer son más pesados porque no sólo juega mi cabeza en ellos, sino también el peso de la expectativa de lo que debería elegir por ser mujer.

Llegar con mi novio y preguntarle “¿a dónde va esto?”, pareciera una interrogación tan precoz y a veces hasta se podría calificar como un poco histérica, pero al mismo tiempo me parece tan necesario tomar hoy las decisiones que me dirijan hacía un futuro –que no tengo del todo claro– pero tengo destellos de lo que quiero que sea. Me siento chiquita y a la vez grande. Me siento con responsabilidad y a la vez va a ser uno de los momentos en los que menos responsabilidad tenga sobre mis hombros.

Y es que me parece que estoy en una edad con una levedad absoluta, en la que los viernes por la noche resuena una voz interna que repite “si no es ahora, cuándo” y que viene con todo el peso de la idea de que esta es “la mejor etapa de la vida”. Por otro lado, aparece también con un peso absoluto en el que estar cruda en viernes ya repercute en mi carrera laboral. Se presenta como una edad llena de dualidades. Unos se van a hacer el MBA, otros siguen sosteniendo con gran convicción que “son carreras y no carreritas”, existen otros que se están casando, yendo a vivir a otros países y estamos otros que estamos por terminar lo último “trazado” en la vida educativa.

Y tal vez (muy seguramente) en unos pocos años me ría por esta situación que me tiene tan aturdida porque esto la verdad es que es sólo el principio de una vida llena de dualidades. Pero, es que entrar en ellas da miedo, angustia, vértigo, adrenalina, pero también mucha curiosidad por lo que me espera de lo que se titula “vida adulta”. ¿Será un infierno como muchos dicen o es en verdad la definición más cercana a la libertad?

@andreaa_cebj

Andrea Ceballos es estudiante de Relaciones Internacionales en el ITAM. Tiene un especial interés en los derechos humanos y el periodismo. Ha escrito para Animal Político como representante de Defensores de la Democracia.


Las opiniones expresadas son responsabilidad de sus autoras y son absolutamente independientes a la postura y línea editorial de Opinión 51.


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