Ineptitud. Historias de lo imperdonable

Aunque desestimado como “incidente”, el ACCIDENTE de la línea 12 del metro de la CDMX nos habla de descuido y negligencia.

Ineptitud. Historias de lo imperdonable

Por Linda Atach Zaga

La fragata Medusa zarpó de Francia rumbo a San Luis de Senegal el 17 de junio de 1816. Considerada uno de los navíos más lujosos de Francia y comandada por el aristócrata Hugues Du Roy de Chaumereys, la Meduse tenía la misión de posicionar el imperialismo francés en África y construir un mensaje político: los Borbones regresaban triunfantes después de la revolución, la guillotina y Napoleón.

Monárquico, anti napoleónico y condecorado como capitán de mar y guerra por Luis XVIII, Du Roy de Chaumereys regresaba del exilio en Inglaterra. Amante de los salones y los bailes, el personaje aceptó el compromiso de llevar la barca a Senegal, pasando por alto que tenía más de veinticinco años sin tocar un timón.

Lo que sigue no sorprende: Desoyendo las advertencias sobre la peligrosidad de los mares cercanos a Cabo Blanco, el capitán navegó a toda velocidad a pesar de las expresiones de horror de los hombres más experimentados de su tripulación.

El banco de arena de Arquin se registraba en las cartas náuticas de la época, pero ni eso disuadió al inepto de Du Roy, que naufragó en un día soleado, con un mar en calma y plena visibilidad.

La historia es puro drama. El oleaje golpea con fuerza la fragata, se pliegan las velas y se decide descargar el barco. Los tripulantes luchan para evitar que la Medusa se hunda de tajo, pero al final el esfuerzo es inútil: los embates del oleaje golpean la madera y rompen los remaches de hierro. No hay nada que hacer.

En ese momento el capitán ordena abandonar la nave y es el primero en subir en uno de los cinco botes salvavidas junto con casi todas mujeres y niños, el personal administrativo y su círculo más cercano.

Al mismo tiempo y con los restos de los mástiles, palos y planchas de madera, un par de capitanes de poca monta dirigen la construcción de La Machine, una balsa en la que se hacinan 147 personas. Desde su bote, Du Roy la sujeta con la promesa de arrastrarla hasta la costa, pero al entender lo complicado de la maniobra, corta las sogas y la abandona.

En el intento de subsistir con una caja de galletas y otra de vino, los hombres de La Machine se traicionan y matan. Trece días después son rescatados por un buque que los encuentra casi por error. Sólo quedan diez sobrevivientes despojados de toda humanidad, enfermos por beber su propia orina y corroídos por el sol y el canibalismo. Han resistido y ahora viven para contar su historia.

El legado de La Medusa es digno de reflexión. A diferencia de otros pueblos, los franceses no perdonaron, llegaron hasta el final y cuestionaron a un gobierno viciado por el favoritismo y la ineptitud.

Ojalá pudiéramos emularlos. La Medusa y Du Roy me hacen pensar en lo que se vive en nuestro país. Aunque desestimado como “incidente”, el ACCIDENTE de la línea 12 del metro de la CDMX nos habla de descuido y negligencia, también de una investigación que aún no arroja nada que pueda explicar el tamaño y las causas de la tragedia que mató a 26 personas y dejó 180 heridos y 5 desaparecidos. Pasa lo mismo con el drama de los mineros de Sabinas y las irresponsables decisiones que los obligaron a trabajar con tan poca seguridad.

Como buen romántico e inconforme, Théodore Gericault inmortalizó el hundimiento de la Medusa en una de las pinturas más célebres en la historia del arte. Muy cercano a los testimonios de los sobrevivientes, el pintor representó con fidelidad la desesperación de sus retratados, y, aunque en su cuadro –en el Louvre– no se ven la sangre, ni la suciedad, ni el proceso de descomposición de los cadáveres, sí se perciben el enojo y la denuncia. Seguramente por eso nos identificamos con él.

La veracidad anímica de Gericault, despide un olor a muerte y nos obliga a indignarnos por las prácticas que privilegian la lealtad sobre la capacidad y la proliferación de una inexperiencia que propicia crisis sanitarias y procesos viciados que favorecen a los perpetradores sobre las víctimas.

El hundimiento de la Medusa hizo resurgir los valores franceses, entre ellos, el aprecio por la vida humana. No está por demás recordar que Du Roy fue encarcelado y la monarquía cayó por el peso de su ineficiencia.

Debemos entenderlo. La inconformidad reconstruye y rehabilita.

@lindaatachz

Linda Atach es historiadora de arte, artista y curadora mexicana. Desde 2010 es directora del Departamento de Exposiciones Temporales del Museo Memoria y Tolerancia de Ciudad de México.


Las opiniones expresadas son responsabilidad de sus autoras y son absolutamente independientes a la postura y línea editorial de Opinión 51.


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