La suerte me acompaña

Trabajo con cansancio y sin él porque eso marca la diferencia.

La suerte me acompaña
Señorita Lechuga

Un ejercicio de lucidez.

Hace años a Pamela le dijeron: sí quieres irte de vacaciones, llévate a tu hermanita a que te acompañe. Pamela, joven universitaria, tenía como destino una paradisiaca playa mexicana. Pamela, dejó a su hermana en una alberca y pensó, ahí no pasará nada. La hermana menor de 5 años casi muere ahogada, la razón: no sabía nadar. Esa hermana era yo. Relato esto para contarles que la “suerte” a mí siempre me ha perseguido, o quizá no fue la suerte, fue un señor que estaba a un lado de mí en ese entonces y me ayudó a salir a flote en ese momento de descuido familiar.

La vida siguió y con ella la buena fortuna, me he salvado de morir ahogada, de quedar sin cabello cuando una de mis hermanas una noche me pegó una docena de chicles en la cabeza, y más recientemente, encontrar un carro que pensé me habían robado. Este último suceso estuvo enmarcado por un descuido, el automóvil (transmisión manual) lo dejé en neutral y se fue sin frenos, haciendo una serie de destrozos a varios carros, nadie resultó lesionado, una vez más el halo mágico de la suerte me protegió.

Sin embargo en el camino profesional, en mi vocación, en lo que escogí para ser siempre en la vida, sí que soy un racimo de uvas doradas. Me enfoco, me he posicionado y he logrado lo que siempre soñé: Hacer con mi tiempo y mi vocación una buena combinación. Tuve el privilegio de que mis papás me dieran educación y el arrojo de seleccionar una carrera universitaria que me interesaba desde que la vi en el catálogo.

Encontrar el primer trabajo no fue fácil, en todos lados me negaban la oportunidad. Hice unas 15 entrevistas previas y en la empresa por la que trabajé mucho tiempo primero me habían negado la entrada, argumentando que no había espacio para mí.

Escucho voces todos los días que hablan  de mi buena fortuna. Gente cercana que me dice: —Qué suerte la tuya— , —Mira qué bien te salió esto o aquello—. Me gustaría ser un poco menos prudente y decirles: —Oye, no, no es suerte, es certeza de que hago las cosas, que aunque quizá falle,  hago el trabajo, salir de mi casa, aunque a veces no quiera, hace la diferencia—.

No escribo desde la petulancia, escribo esto  desde la certeza de todos los días, de las semanas, de los meses, de los años, de hacerlo. Trabajo con cansancio y sin él porque eso marca la diferencia.

Así que si tú eres del club de la buena fortuna, o la gente te dice —qué suerte la tuya— revisa tus herramientas, tu disciplina, tu entrega hacía determinadas labores y diles que no es suerte repite: soy yo con humildad, con empeño y reconociendo mi fortaleza. Soy la que genera mis propias oportunidades, realizando siempre este ejercicio de lucidez.

@Lechugasrita

Las opiniones expresadas son responsabilidad de sus autoras y son absolutamente independientes a la postura y línea editorial de Opinión 51.


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