A manera de autocrítica

Los periodistas, juntos, debemos ponerle al Presidente o a quien sea no una pausa, sino un límite.

A manera de autocrítica
Yohali Reséndiz

Acontecimientos recientes, que ya he narrado concretamente en mi colaboración anterior para Opinión 51, me llevan a retomar el tema de la situación, precaria e insegura, con la que muchxs periodistas realizamos nuestro trabajo.

El público debe saber que más allá de lo glamoroso que le resulte vernos por televisión, escucharnos en la radio, interactuar en las redes sociodigitales, las y los periodistas realizamos nuestro trabajo en condiciones que urge mejorar.

Como mucho se ha dicho ya, el presidente López Obrador exhibió a Carlos Loret de Mola revelando supuestos ingresos del comunicador en una actitud que por lo demás es ilegal.

El acontecimiento debe servir para unir al gremio que, aunque ya sabemos hay pocos que, por su nombre y posiciones, tienen atractivos ingresos, pero somos mayoría los que trabajamos con nuestros propios recursos, aportando todas las herramientas y cuando algo le pasa al equipo de la empresa debemos asumir las consecuencias que descuentan unos pesos al ya de por sí raquítico ingreso.

Pero, además, ¿qué decir de la situación cada vez más insegura en la que realizamos nuestro trabajo?

Les comparto: Hace unos meses conduje para Amaqueme Televisión un noticiero semanal y viví de cerca la historia de mi compañero Jorge Martínez Cordero, extraordinario reportero del Estado de México, a quien, con conocimiento del exalcalde municipal de Temamatla, Juan Martín Orozpe Pérez, le fue prohibido entrar a ese municipio a realizar sus investigaciones periodísticas porque las mismas incomodaban a su gobierno. Un día, tras la advertencia siguieron las amenazas y luego un mensaje difundido en la radiofrecuencia de la policía municipal:

“La orden directa es buscar al reportero de Amaqueme, ya saben qué hacer”.

Segundos después una llamada: “¿Dónde andas, cabrón? Te están buscando, te darán un levantón… ¡Wey, salte del municipio ya!”, le advirtió un policía a Jorge.

Me indigné. Me angustié. Busqué a integrantes de Artículo 19 para que lo arroparan; llamé a la gente del Mecanismo Federal; contacté a la fiscalía general de justicia del Estado de México y fue ahí donde canalizaron a Jorge a la Fiscalía de atención a periodistas y decidieron que las medidas de protección para él serían durante 60 días. Jorge ni siquiera tiene un vehículo propio porque su sueldo no le ha permitido contar con esa imprescindible herramienta. En Artículo 19 sí lo escucharon y le aseguraron que estarían atentos a su caso, pero NUNCA MÁS le regresaron una llamada.  Obvio, el caso de Jorge puede esperar hasta que lo agredan y lastimen.

Escribí entonces la denuncia y la compartí en al menos tres chats de periodistas, incluso compartí el número celular de Jorge por si les interesaba abrirle micrófonos, la subí en mis redes. De manera personal solicité a Sergio Sarmiento, Lupita Juárez y Fernanda Tapia espacio para Jorge y se lo dieron, pero con los demás no hubo eco… Lastimosamente, me di cuenta de que entonces la lógica es que había que esperar a que lo “levantaran”, a que lo encontraran asesinado para ahora sí indignarse y darle espacio a su historia; para entonces sí levantar la voz por él y exigir por unas horas JUSTICIA, y luego el olvido de siempre, como con todos y todas los que han sido asesinados. Sólo reconozco que un medio en este país no quita el dedo del renglón en la exigencia de justicia en los asesinatos de Javier Valdez o Miroslava Breach, y es el Semanario Zeta.

Y sí, como gremio hemos sido condescendientes y permisivos y lo somos desde el momento en el que nuestras redes se inundan de #NoSeMataLaVerdadMatandoPeriodistas #YaBasta para exigir justicia cuando asesinan a un periodista, pero nuestra voz se apaga unas horas después y regresamos a la cargada cuando nos asesinan a otro. Pero cuando se trata de ser solidarios con un compañero pocos respondemos.

¿Cómo lograr dejar de ser condescendientes y ser solidarios con lo que cientos de compañeros enfrentan todos los días y no solo con Loret por ser Loret? Porque nos han asesinado a tantos y no terminamos de entender que requerimos arropar de inmediato a quien recibe una amenaza de muerte; ser unidos y solidarios, cerrar filas sin pensarlo.

Andrés Manuel López Obrador, sin imaginarlo, nos ha dado la gran oportunidad de demostrar nuestra fuerza que nace de la unión. Aquí los egos sobran y aquí no vale pensar ni sentir que sólo cuentan quienes son voz o imagen de un medio nacional porque todos importamos, todos somos valiosos.

Pareciera que en México tiene dos grupos de periodistas, uno en el que están Aristegui, Gómez Leyva, López Dóriga, Maerker, Micha, etcétera, y el de “los demás”, donde claro las diferencias de trato y sueldos son abismales. ¿Cuántos compañeras y compañeros ganan un sueldo que ni siquiera les alcanza para enfrentar lo básico? ¿Cuántos trabajamos para las grandes empresas sin una seguridad más allá de lo que la ley obliga y a veces ni eso? ¿Y si nos accidentamos cuántos cuentan con un seguro de gastos médicos mayores? O si quedamos con alguna secuela o discapacidad, es muy posible que nos despidan a la primera oportunidad o si morimos o nos asesinan es una realidad que nuestra familia nunca tendrá una protección económica.

En nuestra terrible realidad hay periodistas jubilados que no tienen ni para enfrentar el día a día y un capítulo preocupante es que nunca ha existido un apoyo psicológico para quienes miran muertos, accidentes, guerras, desplazamientos o si son perseguidos o amenazados.

Somos mayoría los que estamos cubrimos notas detrás de granaderos, hacemos enlaces en medio de los madrazos, vivimos inundaciones, la vida después de los sismos, cubrimos la tragedia en un desastre natural y, ¿a quién le importa si sufrimos una lesión o si no regresamos completos a casa?

Somos un extenso sector de profesionales que tienen experiencia, que estamos preparados para seguir la noticia pero, ¿y eso de que nos sirve si hay compañeros fotógrafos que cubren bodas para completar sus gastos semanales?.  Somos muchos los que tuvimos que convertirnos en reporteros multimedia (todo por el mismo sueldo) porque de no hacerlo corríamos el riesgo de perder el empleo.  Son tantas cosas que escribir, tantas canalladas al gremio, tantas experiencias que enfrentamos, que al final solo puedo decir que somos miles los que realmente vivimos la noticia y su pulso, los mismos miles que merecemos seguridad y respeto a lo que hacemos todos los días y sabemos hacer.  No somos improvisados sino profesionales de la comunicación de este país.

El objetivo de esta columna, por supuesto, no es señalar a quienes ganan más o desmarañar por qué ganan más, -celebro que existan quienes sí viven del periodismo-,

sino visibilizar que nuestra exigencia común debería ser que se nos valore como profesionales de la comunicación. Todos somos importantes y todos debemos cerrar filas ante lo que enfrente uno, se llame Jorge Martínez Cordero o Carlos Loret.

He cumplido seis años siendo periodista independiente, reconozco a cada compañerxs en todo el país que viven el periodismo y sobreviven bajo las pésimas condiciones laborales y económicas. Insisto, si no nos unimos nosotrxs para defendernos y exigir lo que nos toca nadie nos hará la tarea ¿Quién me sigue?

@yohaliresendiz | periodismoatodaprueba@gmail.com

Las opiniones expresadas son responsabilidad de sus autoras y son absolutamente independientes a la postura y línea editorial de Opinión 51.


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