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Por Patricia Mercado

Este 17 de junio entró en vigor la Ley Silla, una propuesta surgida en la sociedad civil y que presenté a nombre de la bancada de Movimiento Ciudadano por primera vez en el Senado en septiembre de 2023. Esta reforma consiste en establecer la obligación de empleadores de proveer una silla con respaldo a las trabajadoras y los trabajadores, y donde esto no sea posible por el tipo de actividad, determinar pausas periódicas y espacios para el descanso.

Aunque a primera vista parecería una propuesta muy sencilla, su aprobación implica abrir la discusión sobre un tema olvidado en la cultura laboral: la necesidad de descanso como un factor para el derecho a la salud y a la integridad.

Esta es una gran paradoja. Trabajar es un derecho para vivir con dignidad, para la realización y para la supervivencia de las personas y familias; sin embargo, muchas veces las condiciones en que se ejerce realmente en nuestro país impiden cumplir con estos objetivos.

Esto se acompaña de una cultura laboral que históricamente ha entendido al descanso como algo negativo, una cultura que privilegia la disciplina y la resistencia por encima de la satisfacción. La competencia por trabajar duro tiene enormes costos, y las mujeres enfrentan los mayores, pues se les asigna la responsabilidad mayoritaria de cuidar a otras personas. El resultado es que el sistema social castiga a quienes no tienen niveles de energía y tiempo que resultarían excesivos para un vida sana, completa y funcional. 

Las ganancias monetarias no pueden estar por encima de la necesidad de un cuerpo para recuperarse antes de continuar las actividades. Eso era propio de sistemas de explotación, donde la fuerza de trabajo estaba ligada por servidumbre o esclavitud, y el descanso era considerado simplemente un receso de un factor de la producción. 

La explotación no es un conjunto de actos aislados, sino un sistema organizado para aumentar la productividad forzadamente, lo que sólo es posible en ausencia de un Estado de derecho que tome a la dignidad humana como su razón de ser.

Hemos recogido muchos testimonios desde que presentamos esta iniciativa. Nos hablan de síntomas comunes como pies hinchados, hormigueo en las piernas, punzadas en la columna o una debilidad que hace difícil mantenerse en pie. Las personas nos cuentan de sus estrategias, por ejemplo: sentarse a escondidas cuando se distraen los supervisores, arrimarse a una pared para recargar el cuerpo o fingir que van al baño para descansar cinco minutos.

La necesidad de mantener un ingreso hace que muchas personas no reclamen ante patrones o directivos. Y así, lo que comienza como cansancio o molestia, puede derivar en trastornos crónicos que incluso pueden requerir una intervención quirúrgica. Por ello es mejor prevenir mediante reglas que organicen mejor las labores cotidianas; con mayor razón, cuando las organizaciones internacionales, basándose en los estudios científicos, ya han emitido recomendaciones y estándares en la materia.

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