Por Sofía Guadarrama Collado
Las distopías ya no necesitan apellidos literarios: se firman con decretos. Si esto que estamos viviendo fuese una novela podría llamarse: Crónica de un albazo anunciado. Disculpe usted la falta de creatividad, pero el golpe bajo que le acaban de dar a nuestra democracia no fue nada creativo. Pero eso sí, todo legalito, claro. Sin frenos, sin testigos, sin vergüenzas. Nuestro sistema político es tan opaco que ni con rayos X podríamos ver cómo funciona.
Empero ellos presumen de transparencia. Bien. Podríamos titular a esta novela La región más transparente, sin necesidad de cambiarle una palabra, pues en MORENA son transparentes como los fantasmas de las caricaturas. Con ellos ya nada sorprende. O no debería sorprender a nadie, pero sí lo hacen. Esta semana legislativa mexicana sólo decepcionó a quienes aún se ilusionan con el debate parlamentario como ejercicio democrático. ¿Qué más necesitan para asimilar que nuestra democracia ya murió? Amiga, date cuenta…
Mientras el país dormía, el Congreso mexicano —ese territorio nebuloso donde todo cabe, incluida la omisión— despachó entre bostezos y en nombre de la seguridad pública, un madruguete, es decir su nueva Ley del Sistema Nacional de Investigación e Inteligencia, cuyo objetivo declarado es fortalecer al Estado frente a la delincuencia. En términos legales: párrafo décimo tercero del artículo 21 de la Constitución.
¿Que se lo sacaron de la manga? ¡Bah! Para nada. Todo esto ya estaba cocinado desde el sexenio anterior. Nuestro líder supremo se lo dejó planchadito a la encargada del despacho.
Con el apoyo de PT y PVEM, se aprobó —en esa hora propicia donde se redactan las malas noticias: la madrugada—, una maquinaria fina y desvergonzada que legaliza el espionaje, sin antifaz ni remordimiento, cortesía de quien quiera que mande en Palacio Nacional. Aquí, el control no pide permiso ni disculpas.
Y para reforzar la estructura, se recurrirá al CURP como pasaporte universal de localización, haciendo de cada trámite una huella y de cada ciudadano un dato pendiente de validación.
Lo más inquietante no es lo que dice la ley sino lo que ya no necesita decir, ya que esta ley señala que esta lista «no es limitativa». Nada escapa. Todo entra. Esta ley permitirá al Centro Nacional de Inteligencia (CNI) —antes llamado CISEN— acceder a toda nuestra información personal y sensible sin jueces que molesten, sin notificaciones que incomoden, sin un sólo permiso para husmear. Esto incluye datos biométricos, telefónicos, fiscales, bancarios, de salud, de transporte, registros de propiedades, padrones de personas detenidas y sentenciadas, y registros de armas de fuego, entre otros. Las alarmas suenan: este sistema de vigilancia masiva, explícitamente reconocen que será operado con sistemas automatizados e inteligencia artificial. Ni a George Orwell se le ocurrió tanta impiedad entre copa y copa.
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