Por Sofía Guadarrama Collado
Con partitura sospechosa, el domingo 15 de junio de 2025, el Consejo General del Instituto Nacional Electoral (INE) estampó su firma sobre los resultados de la inédita elección judicial del 1º de junio. Lo hizo con solemnidad burocrática, como quien bendice una ceremonia desvencijada, sin poner el himno nacional durante la sesión. ¿Cómo para qué si ya tenían suficientes acordeones desafinando la democracia? El proceso, primero en su tipo y pródigo en irregularidades, fue validado entre dudas, cifras raquíticas de participación y acusaciones que huelen más a crónica roja que a ejercicio democrático. México, experto en ironías, presenció el espectáculo no con esperanza, sino con la resignación del espectador que ya sabe el final, pero no quiere perderse los detalles del acto: una coreografía de ilegalidades.
Con una participación ciudadana que apenas alcanzó el 13 % —cifra que en cualquier rifa rascuacha basta para anularla—, el INE clausuró el conteo y distribuyó constancias a los nuevos ministros, magistrados y jueces como quien reparte diplomas de primaria a los burros que panzaron. ¿Será por eso?
¿En serio? ¿Y las 818 casillas que fueron anuladas por inconsistencias? ¿Y las boletas planchadas (sin doblez)? ¿Y las casillas en las que participó el “cien por ciento”? ¿Y las casillas “zapato”? ¿Puede calificarse de legítimo un proceso donde la mayoría no participó y los ganadores parecen el resultado de un casting pre aprobado por el partido gobernante? Hay quienes dicen que el día de la elección había música en las casillas... ¡Claro! Con tanto acordeón, parecía fiesta norteña en vez de jornada electoral.
¿Qué dijo la honorable Guadalupe Taddei después de revisar los acordeones? Nada. No vio notas discordantes… pero el resto vimos una melodía fraudulenta perfectamente orquestada.
El Consejo General se dividió como fruta madura. Seis consejeros, encabezados por la presidenta Guadalupe Taddei —Norma Irene De la Cruz Magaña, Jorge Montaño Ventura, Rita Bell López Vences, Uuc-kib Espadas Ancona y Arturo Castillo Loza—, defendieron el proceso con el escudo de la morenalidad técnica y la paridad de género. Lo vieron todo conforme, todo limpio, todo dentro del margen constitucional. Los otros cinco—Martín Faz Mora, Jaime Rivera Velázquez, Dania Ravel Cuevas, Beatriz Claudia Zavala Pérez y Carla Humphrey Jordan— advirtieron que la democracia no es una cuestión de trámites sino de confianza, y se negaron a convalidar lo que llamaron, sin ambages, un “fraude operativo” y clamaron por una pausa que evitara canonizar lo inverosímil.
SUSCRÍBETE PARA LEER LA COLUMNA COMPLETA...