Por Sophia huett
Mientras su jefe se llenaba la boca diciendo en entrevistas que su institución era un ejemplo de perspectiva de género, ella —una mujer policía embarazada— pasaba la noche sobre el piso helado durante su turno de 24 horas. No había colchoneta, no había espacio digno para descansar. Solo el suelo y su cuerpo gestando vida. Mientras el discurso institucional hablaba de derechos y equidad, en la práctica, su embarazo era ignorado, invisibilizado, o peor aún, visto como un estorbo operativo.
En mi caso, fue distinto. Mi embarazo fue muy pensado y postergado, precisamente para tratar de asegurarme de tener las mejores condiciones posibles. Sabía que nunca serían las ideales, menos en el ámbito de la seguridad, pero también sabía que una vez tomada la decisión, iba a quedarme atrás, ya fuera por falta de tiempo o por la sobra de pretextos de quienes utilizan la maternidad como justificación para relegar. Aun así, tuve la fortuna de que lo más complicado fue cómo se me hinchaban los pies y la logística para siempre ubicar un baño accesible y digno. Tuve, sobre todo, condiciones humanas que me permitieron transitar mi embarazo con dignidad.
Esa realidad, sin embargo, no era (ni es) la de todas. Por eso fue tan importante la convención legislativa organizada por el Congreso del Estado de Guanajuato. Un ejercicio único —y escasamente replicado en el país— en el que las y los policías fueron escuchados directamente para la formulación y modificación de leyes que afectan su vida diaria.
Y fue precisamente ahí donde se abordó un tema que pocas veces se discute: las condiciones que enfrentan las mujeres policías y, en específico, su maternidad. Tuve la oportunidad de opinar sobre el tema y luego participar en la sesión de octubre de 2023, donde escuchamos testimonios que aún me cimbran: compañeras a las que se les pidió que “regresaran a la academia cuando estuvieran menos embarazadas”; mujeres que, incluso después de sufrir un aborto espontáneo, fueron obligadas a reincorporarse al trabajo en medio de su duelo; y muchas otras que vivían turnos completos sin acceso a pausas para comer, hidratarse o simplemente sentarse.
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