Te entrego lo efímero
de mi persona,
un instante diluido
en el tiempo,
en el espacio,
la ilusión estremecida,
sedienta y voraz,
que te penetra,
a ti en mí.
Ya no eres tú,
ni soy yo:
somos aire,
agua,
fuego.
Somos la tierra fecunda,
capaz de dar la vida;
la flor deslumbrante,
la nube pasajera,
el pájaro cantor,
la distancia,
la estrechez,
la luna,
el sol,
el infinito.
Somos silencio
que retumba en el desierto,
estrellas en el cielo
y en el mar.
Estábamos,
éramos.
Hoy aquí existimos,
trascendemos con la vida,
transgrediendo,
arriesgándolo todo
—y algo más—.
Las opiniones expresadas son responsabilidad de sus autoras y son absolutamente independientes a la postura y línea editorial de Opinión 51.

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