Hay seres elegidos por los dioses
para instalar en ellos largo invierno
y esconderles sin orden ni letra ni alfabeto
las palabras, los nombres, las miradas. Perdidos pasean
en la oscura y vacía niebla de su mente.
Un misterio los calcetines divorciados
calles desconocidas. Extraviada la puerta familiar.
No encuentro mi rama en su raíz, ni en
ese guante marchito que me tiende. Que ya me abandona.
—¿Qué pensabas? ¿Qué creías? Me dice.
Así como el pabilo se extingue
y la ola exhala al encallar.
De súbito enmudece. Mucho gusto, se presenta.
Naufragio en una extraña de ojos viejos. Me inundo.
Algún cajón ocultó nuestras caricias
junto a nuestras miradas -y secretos.
El armario es hoy panteón de sueños que dejaron
colgada de la nube ahora blanca
la llave desatendida.
El silencio responde a mi pregunta
¿A dónde van las memorias, a dónde las alegrías
las ilusiones y las penas de una vida vivida y olvidada?
Ya no viven los recuerdos aquí.
Las opiniones expresadas son responsabilidad de sus autoras y son absolutamente independientes a la postura y línea editorial de Opinión 51.

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