Por Adela Navarro Bello
Desde hace prácticamente siete años el Gobierno de la República es encabezado por un representante de Morena: de 2018 a 2024 por Andrés Manuel López Obrador, y de octubre de 2024 a la fecha, por la Presidenta Claudia Sheinbaum Pardo.
Hace 13 años que nadie del Partido Acción Nacional gobierna el País. De hecho, México sólo ha tenido dos presidentes de la República emanados del blanquiazul: del 2000 al 2006 Vicente Fox Quezada; del 2006 al 2012, Felipe Calderón Hinojosa.
Y si descontamos a Enrique Peña Nieto, quien encabezó un regreso fugaz del PRI, y que desde 2018 es arropado por los representantes de Morena a pesar de haberlo tachado como el presidente más corrupto de la historia de México, y haberlo tomado de bandera política para ganar la elección presidencial, el tricolor no gobierna de manera consecutiva en México, después de haberlo hecho por casi 80 décadas, desde el año 2000. Hace 25 años que el PRI perdió la Silla del Águila.
Sin embargo, para Morena y sus presidentes, el ex y la actual, el PRI que gobernó hace 25 años (no el de Peña Nieto), y el PAN que dirigió los destinos de la Nación hace 13 años, son los culpables de todo: de los problemas del pasado, del pasado inmediato y del presente; no consideran los ya siete años que llevan en el poder como parte de su responsabilidad sobre las condiciones actuales del país. No. La culpa es, y de manera muy particular para el ex presidente López Obrador, un discurso ahora repetido de manera mimetizada por la Presidenta Claudia Sheinbaum, de un periodo neoliberal, donde incluyen la presidencia de Carlos Salinas de Gortari (1988-1994) y la de Ernesto Zedillo Ponce de León (1994-2000), así como la de Felipe Calderón Hinojosa, el último presidente del PAN, el némesis principal de AMLO y ahora de Sheinbaum, y “destructor del país” para los morenistas.
Esta semana, y tras haber guardado un silencio autoimpuesto desde que concluyó su período como Presidente de la República en el año 2000, cuando se dedica a la cátedra en Universidades del extranjero y a integrar consejos de administración de grandes empresas internacionales (ambos trabajos de los que subsiste), el ex presidente Ernesto Zedillo habló. Dio su muy personal opinión sobre lo que ocurre en tiempos modernos en el país. Considera que la elección judicial es una farsa, que es parte de una estrategia integral del partido en el poder para controlar los tres entes que establecen el Estado Mexicano, pues al ya tener el Ejecutivo y el Legislativo, ahora van por el control absoluto del Judicial.
Dijo también el ex presidente que Morena ha regresado a la hegemonía política que por tantos años se le criticó al PRI, y que son estos políticos los que están asesinando la democracia en México. De hecho, comparó a Morena con aquel PRI “abusivo y autoritario”.
Sugirió, después que desde Palacio Nacional le señalaran que cobra una jubilación del Banco de México, que el actual gobierno no era transparente en relación a los beneficios y privilegios que el Gobierno de la República dio y ha dado a López Obrador a partir de su retiro, el cual también calificó de simulado. Precisamente, dijo sospechar que el gobierno había acabado con el Instituto Nacional de Acceso a la Información, para no verse obligado a dar información sobre los beneficios que recibe AMLO.
A través de entrevista y de cartas que hizo para responder a los señalamientos de la presidencia ante la opinión que vertió sobre lo que actualmente acontece en el país, el ex presidente Zedillo defendió su jubilación, diciendo que laboró en esa institución y de manera precisa en qué año y en cuál encargo, al tiempo que reiteró haber renunciado, desde su salida de la presidencia, a la pensión de los ex presidentes, es decir en el año 2000, 18 años antes de que el tema lo tomara López Obrador como promesa de campaña cuando dijo que de ganar la presidencia eliminaría esa pensión.
En los argumentos de su defensa, Zedillo sugirió que se deberían realizar auditorías independientes a las “obras emblemáticas” del obradorismo, las cuales fueron abrazadas en su totalidad por la Presidenta Sheinbaum, como el Tren Maya, la refinería de Dos Bocas, el Aeropuerto Felipe Ángeles, y la cancelación del Aeropuerto Internacional de la Ciudad de México en Texcoco, esto para ver, dijo, un balance real del costo beneficio, y cuantificar las pérdidas para el erario.
Como lo hacía su antecesor, Claudia Sheinbaum reaccionó a las opiniones del ex mandatario: con enojo e ironía. Ahora resulta, dijo, que Zedillo se cree “el paladín de la democracia”; también, como López Obrador a cualquiera de los que consideraba sus adversarios, Sheinbaum tachó a Zedillo de ser el “vocero del conservadurismo”. Una vez más, como cántico reproducido de manera sistemática, le echó en cara el Fobaproa, de incrementar la deuda pública, de beneficiar a unos pocos.
La Presidenta, por supuesto, justificó su reforma judicial; realmente es del ex presidente López Obrador, pero Sheinbaum la concretó, diciendo que será el pueblo el que elija a sus representantes en el Poder Judicial. Además, y de manera insólita, la mandataria dio legitimidad a un audio liberado en la red social X por parte del hijo de un ex general encarcelado por corrupción, precisamente en el sexenio de Zedillo: Jesús Gutiérrez Rebollo, una vez conocido como el zar antidrogas del gobierno mexicano, en el cual sugiere que la esposa del Presidente Zedillo tenía relación con narcotraficantes asentados en Colima, estado natal de la ex primera dama.
Sheinbaum solicitó públicamente -quizá a la FGR o a su propio gobierno- que fuesen investigados esos supuestos nexos con el narcotráfico por parte de la pareja Zedillo, y cuando pide Presidente, FGR obedece; así sucedió cuando el ex mandatario nacional AMLO pidió que se reabriera el caso Colosio, o que se investigara a sus adversarios. Y así, es evidente, sucederá ahora.
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