Por Adriana Sandoval
Cuando hablamos de herencia, solemos pensar en genética, patrimonio o costumbres familiares. Pero hay un legado más silencioso y determinante: los hábitos. Esos gestos cotidianos que no se nombran, pero se repiten. Como nutrióloga clínica, he visto cómo los hábitos —no los genes— suelen dictar el rumbo de la salud.
No heredas solo el colesterol alto o la intolerancia a la lactosa. Heredas cómo se organiza la alacena, cómo se sirve un plato, cómo se interpreta el hambre y el cansancio. Heredas si se come en la mesa o frente a la televisión, si se cena con culpa o con gratitud, si corres por placer o como penitencia.
En una época obsesionada con romper patrones y vendernos al mejor postor —ya sea la dieta de moda o el suplemento milagroso del momento— vale la pena preguntarnos: ¿qué hábitos queremos perpetuar? ¿Cuáles merecen ser parte del equipaje que dejaremos a la siguiente generación?
Aquí van algunas sugerencias atemporales que podemos poner en práctica fácilmente:
1. Comer acompañadoComer en familia o con amigos no es solo nutrirse. Es regular emociones, practicar la escucha, construir vínculos. Las personas que crecen viendo frutas y verduras en la mesa, sin imposición pero con normalidad, desarrollan una relación más neutral y sana con la comida. Heredar el ritual de sentarse a comer juntos es más poderoso que cualquier suplemento.
2. Habitar el cuerpo con gustoNo se trata de hacer ejercicio para “quemar” nada. Se trata de enseñar con el ejemplo que moverse es un privilegio. Niños que ven a sus madres correr, a sus padres bailar en la sala, a sus abuelos caminar al mercado, entienden que el cuerpo está hecho para disfrutarse, no sólo para moldearse. Los músculos tienen función; no solo sirven al espejo. Hacerte más fuerte, ágil o rápido te hace más humano. Heredar el gozo del movimiento es mejor que cualquier rutina que encuentres en una app.
3. Reconocer el hambre (y la saciedad)Muchos adultos hemos pasado años reaprendiendo a comer por señales internas y no por mandato externo. Si un niño dice que ya está lleno, créelo. Si tiene antojo, pregúntale qué siente: ¿hambre real?, ¿sed?, ¿aburrimiento?, ¿emoción? Heredar la capacidad de escuchar al cuerpo es más valioso que cualquier dieta.
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4. Respetar el sueñoDormir es salud. Pero en muchas casas, el descanso se subestima y se pospone. Heredar el respeto por el sueño, propio y ajeno, enseña autorregulación, cuidado y límites. Un niño que duerme bien no solo tiene mejor ánimo: también tiene un sistema inmune más fuerte, se alimenta mejor y tiene una mente más clara.
5. Manejar el estrés sin usar la comida como refugioCuando premiamos con dulces, consolamos con panes o festejamos con refrescos, enseñamos que la comida es una anestesia emocional o un tipo de control. Romper esa asociación no es fácil, pero sí posible. Hay otras formas de consuelo: la palabra, el arte, el abrazo, la música, el juego. Heredarlas es liberador.
6. Hablar del cuerpo sin vergüenzaUn cuerpo no es solo imagen. Es sistema, historia, salud. Enseñar desde pequeños cómo funciona el intestino, qué hace el hígado, cómo son nuestros lunares, cómo se ve una menstruación normal, no es tabú: es empoderamiento. Conocer el vehículo que nos va a acompañar toda la vida es primordial para tomar decisiones acertadas sobre salud.
7. Conciencia ecológicaTal vez muchas cosas cambien, pero el cuidado por nuestro planeta será una constante. Prefiere el consumo local; comprar alimentos que viajan miles de kilómetros es altamente contaminante. Evita alimentos empacados, sobre todo en plásticos, y desperdicia lo menos posible. El hecho de comprar empaques reciclables implica procesos posteriores que no siempre se llevan a cabo. Habla en casa de los procesos: ¿cómo se hace potable el agua?, ¿cómo se obtiene el gas de la estufa? Esto nos ayuda a valorar los recursos y entender lo difícil que es tenerlos disponibles.
En resumen: los hábitos que vale la pena heredar no se enseñan con discursos, sino con actos. No se imponen, se modelan. Y muchos de ellos no los leerás en publicaciones científicas. Están y seguirán en lo cotidiano, en el sentido común y, sobre todo, en la conciencia colectiva: por ti, por mí, por todos.

Las opiniones expresadas son responsabilidad de sus autoras y son absolutamente independientes a la postura y línea editorial de Opinión 51.

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