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Por Adriana Sandoval

Yo envejezco.

Tú envejeces.

Ella envejece.

Nosotras envejecemos.

Conjúgalo 100 veces en voz alta, hasta que se vuelva natural. Hasta que deje de sonar como una pérdida y empiece a sonar como lo que es: parte de la vida. Un verbo que merece decirse con dignidad, no con pena.

En algún momento el cuerpo empieza a hablar más fuerte. No grita, pero tampoco susurra. Simplemente, ya no se deja ignorar. Duele más la espalda, la piel se reseca, el insomnio llega sin previo aviso. Te cuesta recordar un nombre, o subes un piso y te falta el aire. Pero más allá de los síntomas, aparece una sensación que no siempre se dice: la de estar cruzando un umbral. ¿Será esto envejecer?

La respuesta es sí. Y también es un privilegio porque vivimos en una época que nos permite envejecer como nunca antes. Ahora resulta que tener canas está de moda y por todos lados vemos mujeres hablando de menopausia y envejecer con dignidad: pero ¿realmente es así para todas?

La esperanza de vida en México es de 78.6 años para las mujeres, pero con enormes diferencias sociales: en comunidades rurales y marginadas, la esperanza de vida puede ser hasta 10 años menor. Aun así, nunca antes tantas mujeres habían alcanzado los 60, 70, 80 o más. Según el INEGI, el 56% de las personas mayores de 60 años en el país son mujeres y se espera que esta proporción aumente con el tiempo. Somos mayoría en la vejez, y sin embargo, seguimos siendo invisibles.

Hasta hace poco, a las mujeres mayores se las relegaba a un papel decorativo o asistencial: la abuela sabia pero callada, la figura maternal sin deseo, la cuidadora de todos menos de sí misma. Hoy algo empieza a cambiar. Ya no solo aparecemos en anuncios de funerarias o seguros. Hoy vemos mujeres canosas corriendo maratones, creando empresas, viajando solas, enamorándose por primera vez a los 60.

Pero estos ejemplos, aunque inspiradores, no son aún la norma. La realidad es que muchas mujeres llegan a esta etapa arrastrando décadas de abandono médico, estigma estético, violencia simbólica y silencios acumulados. Mujeres que han cuidado a todos menos a sí mismas, y que de pronto, a los 55, 60 o 70 años, se preguntan si todavía pueden empezar de nuevo.

La buena noticia es que sí, pero no será fácil si no entendemos qué está en juego.

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