Por Adriana Sandoval
La guerra y el hambre son similares en crueldad, pero se diferencian en su velocidad. La guerra mata de golpe; el hambre lo hace lentamente, horadando cuerpos y generaciones. Hoy en Palestina se entrelazan los dos flagelos: la violencia armada destruye casas y hospitales, mientras el hambre se instala como un enemigo persistente, menos ruidoso, pero igualmente devastador.
Lo que ocurre no es un daño colateral: es una táctica deliberada. La restricción del acceso a alimentos, medicinas y agua es una forma moderna de asedio y control. La ONU ha advertido que Gaza enfrenta niveles catastróficos de inseguridad alimentaria. El 80% de la población ha sido desplazada y, según datos del Programa Mundial de Alimentos (PMA), 9 de cada 10 personas pasan hambre severa, muchas sobreviven con una sola comida, a veces ni eso, cada día.
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