Por Adriana Sandoval 

La Navidad suele vivirse entre dos fuerzas opuestas: el deseo de cuidar la salud y el miedo a “perder el control” frente a la comida y al descanso de las rutinas. Sin embargo, ni la salud se construye en un par de días ni se pierde en una cena familiar. Hoy les propongo mirar la alimentación y el movimiento en estas fechas desde la fisiología, pero también desde la humanidad: entender que comer, moverse, convivir y celebrar forman parte de un mismo tejido, y que una salud que no permite disfrutar, compartir y estar presentes es, en el fondo, una salud incompleta.

Cuando hablamos de alimentación en Navidad, a muchos de mis pacientes les invade una angustia particular: la idea de que estas semanas representan una amenaza directa a su salud, a su peso o a la “disciplina” que han construido durante el año. Como si la salud fuera una línea recta que se rompe irremediablemente con una cena familiar. Como si comer en diciembre exigiera una voluntad de hierro para no “fallar”.

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