Sobreviviente

En una semana cumplo cuarenta años y los últimos meses de este año me han hecho nombrarme y reconocerme como: sobreviviente.

Sobreviviente
Aideé Zamorano
Por Aideé Zamorano

Es principio de mes y recibo un correo de Opinión 51 sobre las próximas ediciones especiales, le respondo a Soledad Durazo: “voy para el 10 porfa”.

En 2003 la OMS declaró esta fecha como el “Día Mundial para la Prevención del Suicidio”.

¿En dónde estaban hace veinte años? Yo en la universidad, seguramente enfocada en exámenes, tareas, clases y feliz. Eso sí recuerdo que ponía en los nicknames del MSN y del ICQ: “Feliz”.

Hace veinte años estaba a la mitad de los días que he acumulado mientras escribo este texto; en una semana cumplo cuarenta años y los últimos meses de este año me han hecho nombrarme y reconocerme como: sobreviviente.

Soy sobreviviente de violencia laboral, económica, acoso y discriminación por la Z Zurich Foundation y Zurich México.

Mi aspiración de llegar a dirigir una organización internacional, casi me cuesta la vida. Digamos que el mundo no está listo para que una mexicana coordine a un grupo de europeos, blancos y heteronormados. Me explotó el patriarcado en la cara (en realidad fue en la química cerebral, pero se lee más dramático así).

Me tomó veintinueve meses poder identificar las violencias que fueron demeritando mi salud mental; inicié con burnout, escalé a ansiedad, depresión y en abril de este año... Ni siquiera me atrevo a escribirlo pero tengo un informe médico del IMSS que corrobora la situación y el cuál tuve que firmar porque me negué a la hospitalización. Sí, sí, me querían ingresar al hospital psiquiátrico y a veces pienso que me equivoqué al negarme. Ahí hubiera estado enfocada en mi recuperación, la empresa malvada hubiera aceptado su culpa más rápidamente y yo no tendría que andar ventilando este mal trato.

Regresando al contexto tóxico, al lugar que me ocasionó más de una enfermedad por trabajo y que me condenó a dormir sí y sólo si tomo medicamento, ni siquiera me ha ofrecido una disculpa, menos aún una solución o reparación. Aunque señalé a mi agresor, un N+2 que abusó de su línea de poder para hostigarme y discriminarme constantemente. Aunque usé los canales de denuncia interna, pedí ayuda a mi jefe, pares, aliados externos, el CEO global, a la presidencia del consejo administrativo, nadie respondió.

Estoy segura que hoy van a hacer (o hicieron) una publicación sobre la importancia de la salud mental, ridículos. La Zurich ethics line es una montaña de humo. ¿Una aseguradora que no sabe gestionar riesgos por salud mental? Valiente equipo.

En este mismo espacio durante mayo publiqué una columna en la que cuestionaba: ¿Cuánto tiempo transcurre entre la ideación suicida y el acto? ¿Cómo asegurarnos que el entorno de trabajo es el correcto para cada persona?

A mí me salvó mi familia, mi esposo y mi papá principalmente, la psiquiatra, el psicólogo (que no es el que me daba la empresa, porque esa persona asignada vivía en España, ni siquiera sabían que para dar terapia psicológica adecuada se debe compartir el mismo contexto) y caminar por horas entre Chapultepec y Reforma. También las rutinas de ejercicio que mi madre me obliga a hacer.

A inicio de esta semana mis papás me sorprendieron: están organizando mi fiesta de cumpleaños, como cuando tenía 20. Mi mamá está celebrando que sigo aquí y yo también. Sin indemnización pero aquí sigo resistiendo y existiendo.

¿Cuántas personas no van a soplar más velas este año? ¿Cuánto estigma hay sobre el suicidio? Yo sabía que no era “yo” en esos pensamientos intrusivos; eran las alteraciones de los niveles en mi cerebro y pedí ayuda de inmediato, por muy vergonzoso que pudiera ser, por mucho miedo que me daba reconocerlo.

Sigo tremendamente cansada pero ya tengo emociones después de hacer ejercicio, me río, me reconozco en el espejo, cuento las situaciones felices de mis días, agradezco por la risa de mis hijos, sus historias. Normalizo hablar del tema con toda la gente a mi alrededor, algunas personas se asustan, otras más se alejan. ¿Se imaginan cuántas vidas salvaremos si lo hablamos más? El simple acceso a la información es poder.

El 16 de septiembre es mi cumpleaños y en otra dimensión debería estar en Suiza para festejar el cincuenta aniversario de la organización que casi me mata. Agradezco mucho que pasaré ese día con mi familia y amistades y no con un grupo de colegas cómplices, me recuerdan tanto al caso de Rubiales. Todxs respaldando al líder, en franco acto patriarcal. aunque saben perfecto que el tratamiento que recibí fue completamente incorrecto. Ya cuando ni a la ONU le interesan las violencias que ejercen los centros de trabajo, el único recurso que queda es este: Exponer y esperar.

¿Soy un caso único en ese lugar? No, conozco al menos a tres personas más que experimentaron situaciones similares a la mía antes de salir de esa oficina. Afortunadamente todos viven.

Aunque hace años la compañía no corrió con la misma suerte, ejecutivos del más alto nivel cometieron suicidio derivado de la carga de trabajo en Zurich y es inaceptable que una organización que se dedica a anticipar riesgos, no haya aprendido nada de esos lamentables decesos. Los casos son visibles, las noticias periodísticas respaldan lo que digo.

El primer paso para prevenir el suicidio es hablar de él: si has tenido deseos de muerte, ideación suicida o pensamientos intrusivos recientemente, por favor, pide ayuda. Te prometo que es un desbalance químico en tu cerebro y hay salida. Puedes llamar al Consejo Ciudadano para la Seguridad y Justicia de la CDMX (aunque vivas en otro Estado) en donde van a brindarte atención psicológica gratuita.

¡Feliz aniversario!

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@soymamagodin

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