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Por Amy Glover Drake

Recientemente asistí a una reunión de la Cámara Americana de Comercio de México (AmCham) con los alcaldes de la zona sur de Texas. A pesar de la tensión que vivimos en la relación bilateral a nivel federal, este intercambio fue caracterizado por una marcada empatía entre las personas de negocios que vivimos en México y las que buscan impulsar la actividad económica regional en coordinación con el Southern Texas Business Partnership (la Asociación de Negocios del Sur de Texas). 

 Asistieron personas de ambos partidos políticos estadounidenses y felizmente nos enfocamos en la gran importancia de la relación económica entre Texas y México que comparten una frontera de aproximadamente 2,108 kilómetros. México es el socio comercial más importante de Texas, y sus exportaciones suman alrededor de $124 mil millones de dólares al año, o 38% de las exportaciones totales del estado. Adicionalmente, 466 mil empleos texanos dependen del intercambio comercial con México. 

 AmCham está enfatizando un novedoso concepto que nos impulsa a ver la relación bilateral entre EUA y México no como meramente comercial, sino como una de coproducción entre las tres economías de América del Norte, Canadá incluida. La relación entre Texas y México involucra muchos sectores donde las industrias no reconocen fronteras, sino trabajan de la mano, como es el sector energético, farmacéutico y agrícola, entre muchos otros. Empresas icónicas de México como Cemex, Lala, Rassini, DeAcero y Softtek también son inversionistas en el estado de Texas, donde añaden valor y generan empleo. 

 Más allá de la relación económica, las historias de México y Texas (un estado que antes formó parte de los Estados Unidos Mexicanos y fue un país independiente de 1836 a 1845) están completamente entrelazadas. Cormac McCarthy, un autor que me gusta mucho, describe a la perfección la relación entre México y Texas en su Trilogía de la Frontera. La línea divisoria es y será borrosa, con o sin un muro. La zona norte de México y Texas tienen una cultura compartida, tanto en temas de lenguaje como en gustos culinarios y otras tradiciones. De hecho, la banda y la música country comparten elementos interesantes, sobre todo en estructuras rítmicas y la narración de historias del amor, el despecho y la aventura.

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