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Por Ana Cecilia Pérez

Antier sonó la alarma sísmica. Literal.

Como cada año, en la Ciudad de México practicamos lo que tristemente se ha vuelto costumbre: prepararnos para un temblor que, tarde o temprano, va a llegar. Y está bien. Nos salva saber qué hacer, tener un plan, salir corriendo sin perder la cabeza.

Pero esta vez algo fue diferente. 

No solo sonaron las bocinas en las calles, las apps y los noticieros. También llegó a mi celular una notificación marcada como “alerta presidencial”.

¿Alerta presidencial?¿Para un simulacro?

Y entonces me quedé pensando…¿Lo “presidencial” la hace más importante?¿Más oficial?¿Más seria que el resto de nuestras alertas cotidianas?

Porque si vamos a hablar de cosas que deberían sacudirnos el alma, tengo algunas sugerencias para futuras alertas presidenciales:

  • Alerta presidencial por desapariciones masivas: porque seguimos sin encontrar a miles.
  • Alerta presidencial por feminicidios diarios: porque matan a 10 mujeres al día y la alerta se nos ha vuelto paisaje.
  • Alerta presidencial por narcofosas descubiertas en ranchos y montes del país: porque sí, hay hornos.
  • Alerta presidencial por niños sin clases, sin internet, sin futuro: porque la educación no debería depender del código postal.
  • Alerta presidencial por los niveles de impunidad que nos tienen anestesiados.

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