Por Ana Cecilia Pérez
Alejandro abrió su correo una mañana y encontró una notificación: debía casi 80 mil pesos de un crédito que jamás solicitó. Lo más desconcertante fue descubrir que el deudor “Alejandro” no coincidía del todo con él: misma dirección, un apellido igual, documentos aparentemente válidos… pero no era su identidad. Era una versión fabricada.
Ese es el corazón de un nuevo fenómeno en ciberseguridad: el fraude por identidades sintéticas.
La identidad sintética se construye como un Frankenstein: se mezcla un dato real (CURP, dirección o apellido) con información inventada, reforzada con documentos falsos y fotos generadas por inteligencia artificial.
Te comparto un ejemplo: alguien toma un CURP válido, lo combina con un nombre inventado, una dirección real de una colonia en CDMX y una fotografía creada por IA.
Con esos elementos abre una cuenta digital, comienza a pedir pequeños créditos y pagarlos puntualmente para “ganar confianza”. Hasta que, con un préstamo mayor, desaparece. Esa persona nunca existió, pero para el sistema financiero era tan real como tú o yo.
En el primer trimestre de 2025, la firma de verificación Sumsub reportó que el uso de documentos falsificados para crear identidades sintéticas en México creció un 1200%, frente a un promedio global de 195%. Aquí el problema avanza seis veces más rápido que en el resto del mundo.
Este fraude es especialmente dañino porque no tiene una víctima clara. No se roba a alguien existente, sino que se inventa una persona. Cuando esa persona “desaparece”, son las instituciones financieras y los comercios quienes absorben la pérdida.
El impacto, sin embargo, no es solo económico: estas identidades falsas también se usan para abrir cuentas en apps de citas, infiltrarse en escuelas virtuales o acceder a plataformas de apuestas.
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