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Por  Areli Paz

Dolor: sensación física, mental o espiritual.  que molesta, que oprime, que quita la respiración. 

Familia buscadora: aunque la madre se va a cavar la tierra buscando a su hijo, alrededor hay una historia de muchos sufriendo. El dolor es compartido. 

Esperanza: lo único capaz de mantenernos con vida, aunque sea un zapato, una biblia, una piedra.  o un relicario.


Cuando pierdes a alguien amado te da sensación de angustia, de tristeza,  sientes un nudo en la garganta, sientes enojo porque  te crees responsable del descubierto.

Repites mil veces en tu cabeza la imagen de la última vez que viste eso valioso, la última vez que abrazaste a esa persona querida que un día desapareció. 

No tengo palabras para calmar el dolor de una familia buscadora. Ni siquiera puedo imaginarlo, no existe una parte de mi cuerpo que no se sienta incómoda con esta idea de perder a  alguien  de esa forma buscarlo hasta debajo de las piedras, es mucho dolor junto. 

De esa misma forma no entiendo cómo alguien puede ser insensible con las familias buscadoras, porque cuando desaparece un hijo, tío, hermana, hermano, primo, prima, tía, amigo, amiga, tocayo, compadre, madrina, padrino, mamá o papá no es sólo la persona que se monta en un colectivo y va a cavar  la tierra buscando a sus seres queridos, es toda una familia, red de apoyo, comunidad y ciudad que suma a una búsqueda que en México pareciera no tener fin. 

La tragedia de los desaparecidos y desaparecidas vino a romper con la burbuja que Sheinbaum y su gabinete presumen que estamos mejor que nunca en seguridad. 

Los desaparecidos tomaron forma, voz y ocuparon el espacio que les corresponde para no pasar al olvido. 

Cuando un familiar desaparece, forma parte de una estadística y expediente en una fiscalía,  no le duele sólo a una madre, le duele a todos los que alrededor tienen que sacar fuerzas de donde sea para mantener la esperanza viva de volverlos a ver. 

“Incluso queremos encontrar muertos, no importa, queremos tener la certeza de un lugar donde llorar, de calmar la incertidumbre”, dicen algunos padres que prefieren el dolor de saberlos muertos, de encontrar tanto de ellos para poder recuperar un poco de respiración. 

Con pala, con las  manos llenas de callosidades por tanto hurgar la tierra, con uñas que se  mezclan cada día de búsqueda con  tierra y sangre. 

Con noches de insomnio, con temor de que el crimen las aceche, con terror que el gobierno las criminalice. Estamos atrapados en un círculo de mucho dolor, tanto que el gobierno ha preferido ser omiso.  Es más fácil hacer como que no pasa.

La tragedia de los desaparecidos y desaparecidas.  no viene sola con su buscador o buscadora, los carteles, los mensajes en la red, las alertas, las denuncias, las fotos, los post, el desgaste es brutal.  ¿En dónde están, quién se los llevó, a dónde los llevaron, qué tanto sufrieron? ¿Nadie sabe si sufrieron?

110 mil o 93 mil, la cifra es igual de dolorosa, “no me voy a resignar nunca, la quiero encontrar” susurra la mamá de Haydé a quien dejó de ver hace 3 años. Desapareció en Veracruz, “una amiga le prometió trabajo”, nunca regresó.

La multiplicación de dolor es inmensa, no es sólo una mamá o un papá, un hermano o un tío, están todos juntos alrededor de la tragedia, son familias buscadoras. 

Enrique  Alfaro, ex gobernador de Jalisco minimizaba la cifra y los reclamos de desaparecidos,  para él, muchos tenían tono personal o de decisión personal.

López Obrador trató de borrar la lista, cambió las mediciones y cruces de datos para evitar que la cifra siguiera creciendo. 

En lo que va del gobierno de Sheinbaum suman más de 7 mil desaparecidos. 

Prometió dar una cifra real, prometió no abandonar a las víctimas. 

Para México y sus familias buscadoras,  la  diferencia sí está en la letra. 

Ser presidenta con A, no  es sólo una reivindicación fonética de género. Ser presidenta con A, debe ser sinónimo de empatía, de cuidado, de respeto por el dolor ajeno, de oídos abiertos aunque no nos guste lo que oímos, de claridad mental frente a las diferencias, de usar el sexto sentido que dicen tenemos las mujeres. 

La A se queda en adorno cuando la realidad, la verdad y la justicia se quedan sólo en nuestros afines. 

Ojalá algún día podamos decir que tanto dolor valió la pena, que tanto dolor nos hizo mejores como sociedad, logró mejores políticas públicas y resultados, que la vida y el dolor de tantas familias no será una estadística o discurso vacío de políticas baratas, que todo su dolor y sacrificio nos construyó mejor. 

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@AreliPaz

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