Document
Por Areli Paz
audio-thumbnail
Audiocolumna
0:00
/227.4

Niñez: momento fugaz, de  claroscuros que definen la vida adulta. 

Adulto:  humano que se complica la vida por dejar de ser él y querer encajar con las exigencias de los de juntos.

Sorpresa: la principal capacidad que perdemos con la edad, o eso es lo que creemos. 

Una parte de mi niñez fue muy divertida y feliz. 

Había mucha celebración, juego, inventiva, travesuras, amigos, una hermana fabulosa que aguantaba vara a todas mis locuras. 

Había muchos sabores, viajes, gimnasia  y regalos memorables.

Otra parte, recuerda la violencia, el abandono,  abusos por ser niña,  la exigencia excesiva, la autoexigencia que se me inculcó y lo difícil que fue crecer rápido. 

De todas formas amo mi niñez,  soy de las que prefieren recordar lo bueno y lo divertido.

La vida adulta se volvió un cúmulo de responsabilidades, hace unos días hice una lista y la suma dio  211, parece increíble, pero si cada uno hiciera una lista de todo lo que debe resolver, hacer, cumplir y demostrar se dará cuenta que la suma es alta. Claro, es algo que uno decide, pero mucho de lo que suma responsabilidad podría ser compartido, aunque preferimos hacer que sea nuestra verdad o carga. 

Pamela, Sandra y Soledad quienes encabezan a este equipo de Opinion 51 aman retarnos a pensar mejor, escribir más y hacer una pausa en momentos como el día del niño. 

¿Qué cosas abandoné en el camino? Primero pensé que nada, la soberbia es humana.

Y sí, en el camino he perdido verbos y su práctica, por el tiempo, el tsunami de responsabilidades y sobre todo por creer que si disfruto, saboreo, amo o lloro pierdo el tiempo. 

En el camino he perdido la capacidad plena de disfrutar. El disfrute suele estar vinculado al placer y al ocio,  cuando en realidad, disfrutar es la emoción de abrazar todo lo que pasa a diario en la vida, con todos sus colores, texturas, emociones y resultados. 

Saborear, con el tiempo y la velocidad de la vida perdemos el sentido del gusto, el sentido de reconocer lenta y pausadamente los sabores.

Amar, hay días que el amor se desborda por los demás, porque uno cree que así debe ser, cuando en realidad el verbo habría que conjugarse en primera persona. Ya luego jugamos con las combinaciones, pero amarse a uno mismo y sentirse bien con lo que es, es una sensación de niña que había olvidado. En ese momento no me importaba el pelo chino, la piel oscura, ser flaca o tener baja estatura. 

Llorar, otro verbo que nos enseñan a no practicar, si te ven llorar te dicen frágil, incapaz o vulnerable. 

Seguramente tú que me lees también tienes pérdidas de ti mismo o misma. También te detienes por momentos y no te reconoces como ese niño emocionado por la vida. 

Me he propuesto recuperar mis verbos favoritos de niña: disfrutar, saborear, amar y llorar. 

Disfrutar el todo con sus matices, saborear desde que despierto el aire fresco o el vino de una tarde, detenerme por segundos para registrar mis sabores. 

Amar, sin condiciones y autoexigencias, para mí y por mí. Llorar, jamás tendré pena de dejarme conmover, de llorar de felicidad, de tristeza o de rabia. 

No me hace frágil, me hace humana capaz de limpiar mi corazón y mi mente. 

De niños el pensamiento mágico nos ayuda a sobrevivir y pensar en un futuro mejor. 

Me encanaría recuperar un poco de él para tener más fe en lo que realmente soy y hago. 

No perder al niño o niña que fuimos ayuda a recordar lo que verdaderamente importa en la vida.

✍🏻
@AreliPaz

Las opiniones expresadas son responsabilidad de sus autoras y son absolutamente independientes a la postura y línea editorial de Opinión 51.


Mujeres al frente del debate, abriendo caminos hacia un diálogo más inclusivo y equitativo. Aquí, la diversidad de pensamiento y la representación equitativa en los distintos sectores, no son meros ideales; son el corazón de nuestra comunidad.