Por Areli Paz
Muerte: sólo el olvido la da.
Vida: Una, insustituible, única y su freno es la muerte.
Duelo: Confrontación de sentimientos, reto, desafío.
¿Cuánto dura el duelo?
¿Cuándo es suficiente decir basta?
¿Cuánto cuesta?
¿Dónde se guarda, cómo se come, quién lo supera antes que otros, se debe llorar, gritar, romper cosas, correr, esconderse?
Lo único seguro que tenemos en la vida… es la muerte.
Cuando naces nadie asegura si serás feliz, rico, pobre, exitoso, doctor, periodista, panadero, enfermera, madre o poliamoroso.
Lo único seguro es ese destino de que un día se te pare el corazón y des el último aliento.
Tras la muerte de un ser querido, después de la tristeza, el enojo, la angustia y el dolor llega el duelo, esa lucha de emociones que sirven para reconstruir la vida después de la muerte.
Nunca ha sido uno de mis temas favoritos, de hecho tengo muy poco hablando de la muerte y de lo que implica alrededor. Me da miedo pensar en no tener a los que amo. Me asusta el vacío, me incomoda pensar en los objetos que deja esa persona que se va, ¿dónde los pondremos, qué guardaremos?
La edad nos pone en perspectiva que vamos avanzando y así nuestra vida comienza a restar horas y sumar historias que alrededor serán contadas por esos que nos amaron o nos odiaron.
Hay gente muy valiente que ha logrado encontrar ese balance de vida después de la muerte de alguien cercano. Mejor aún, que logra documentar momentos, historias, sensaciones y oportunidades para los que estamos de frente.
Una de ellas es Jossette Rivera. Nos conocimos en mi primer empleo, desde el día uno logramos esa química que se multiplica en años, la vida laboral nos separó, pero cerca o lejos hemos estado pendientes de nuestras vidas y sus agobios.
No pude ir a su boda, el trabajo me absorbía y sabía que entendería, ella también es periodista. Siempre lamenté no estar con ella ese día, sobre todo porque llegó al altar con la sentencia que Juan estaba enfermo.
La lucha fue larga, dura, pero gratificante con la llegada de Jerónimo. Nunca lo he visto en persona, pero lo aprendí a querer por sus historias, por el cariño y la amistad con Joe.
La muerte de Juan le rompió el corazón. La dejó en un rompecabezas de vida con un niño al que tenía que fortalecer en alma y cariño para seguir adelante.
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