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Por Areli Paz

Dinero: no es felicidad, pero sí calma los nervios, decía María Félix.

Per cápita: la porción de pizza que te toca; es un estimado de lo que corresponde de la economía por habitante.

Presupuesto: buenas intenciones, no todas realizables.

Que levante la mano la o el que siempre hace presupuestos exitosos.

El que tiene previsto un año, un mes, un día y una hora traducidos en el uso del dinero.

La que suma para un deseo especial.

La relación con el dinero y los presupuestos debiera ser una clase de “palitos uno”: desde el kínder, en casa, en el parque, con los tíos consentidores y la abuela derrochadora.

De esa forma, seríamos mucho más responsables en darle el valor exacto al dinero.

Están los que se la viven haciendo presupuestos de vida.

Están los que van poniendo números de acuerdo al evento: las vacaciones, el cumpleaños de la mamá, el bautizo del ahijado, la Navidad, los regalos de cumpleaños, el súper.

Están los “cuenta chiles”, esos y esas que persiguen centavo a centavo, humillando a los de junto.

No soy economista. Si lo fuera, evidentemente sería ultra brillante en el manejo del dinero y en explicarlo mejor.

He aprendido mucho de las clases “particulares” que suele darme Valeria Moy y de muchos libros que hablan de las finanzas del mundo y por qué nos debe importar.

Si es difícil hacer los presupuestos de una casa, ahora imagine lo complicadísimo que debe ser hacer el ajuste financiero para que todo lo prometido alcance en un país.

Hablar de presupuestos siempre me suena a una junta eterna con café frío y un plato de moronas de galletas.

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