Por Aribel Contreras

La Reforma a la Ley de los Impuestos Generales de Importación y de Exportación (LIGIE) en México responde más a un tema político que comercial. La justificación de los aranceles es un retroceso al abandono del Modelo de Sustitución de Importaciones de hace décadas atrás. Sin duda es una presión de Estados Unidos para que México argumente que protegerá sus propias industrias cuando su actual red de tratados de libre comercio responde a la apertura comercial que decidió iniciar en 1986 con su ingreso al GATT y que, a partir del TLCAN en 1994, dio mensajes claros de que estaba listo para insertarse a la globalización. Una globalización que ha llevado a los países a que su producción se desfragmente para reducir costos y ser más eficientes.

 La dependencia de sus cadenas de suministro de México con el exterior hace que su narrativa de salvar 350 mil empleos se desmorone ya que actualmente carece de una arquitectura sólida para no depender de sus importaciones. El andamiaje comercial se fortaleció durante el Modelo Neoliberal pero ahora los cimientos se debilitan porque es un retroceso el imponer aranceles sin una verdadera estrategia. Cualquier Ministerio/Secretaría de Comercio/Economía de cualquier país debe contar cimientos, es decir, con capital humano robustecido que elabore quirúrgicamente un análisis de la estructura comercial para decidir cómo, cuándo, por qué y por cuánto tiempo imponer aranceles.

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