Por Bárbara Anderson
Mañana, entrarán a clases sólo 22% de los mexicanos y mexicanas en edad escolar que viven con alguna discapacidad.
Le estoy haciendo el dobladillo del pantalón de Lucca para que mañana empiece la secundaria.
Me emociona su nueva etapa, me recuerda todas las peleas previas en la primaria para conseguir escuela, para ubicar a una sombra que lo acompañe, para adecuar los contenidos de un libro estándar a una tableta con comunicador y pictogramas para que pueda seguir el cronograma del resto del salón donde ninguno tiene alguna discapacidad.
Lucca tiene parálisis cerebral, es usuario de silla de ruedas, lleva una tableta conectada a su pupitre y carga en su mochila cosas que sus compañeros no, como medicinas, comida licuada para su gastrostomía, pañales, baterías, tableros impresos con mensajes.
En la escuela hay una rampa que lleva a su salón y que debería llevar su nombre, porque es el único alumno para el cual se la colocó hace unos años. Fue una victoria haber logrado la buena voluntad de este colegio primero para aceptarlo, luego para tratar de entender sus necesidades y hasta de bajar la guardia para que su presencia en el salón y en toda la escuela no rompa los estándares homogéneos a los que nos tiene acostumbrado el sistema escolar.
Hago una puntada más a este pantalón azul y caigo en la cuenta de que sigue siendo de los pocos, escasos alumnos con alguna discapacidad en su escuela. Los otros pocos compañeros tienen alguna neurodiversidad leve, todos con mucha autonomía e independencia.
Lucca llegará a ‘la secu’ mañana y será una gráfica en sí mismo de la realidad -dura, injusta, exclusiva- de la educación en todos los ámbitos y niveles en el país.
Será una triste excepción.
Será un privilegiado, un salmón nadando (o empujando su silla) contra corriente.
Porque mañana comienzan el ciclo escolar unos 34,469,470 mexicanos (total de la población entre 5 y 19 años).
Pero, nuevamente quedarán fuera casi 8 de cada 10 mexicanos en edad escolar que tienen una particularidad: tener una discapacidad o limitación. Solo por eso se convierten en mexicanos de segunda, solo por eso quedan aislados de uno de los derechos que más derechos habilita a cualquier ser humano: la educación.
¿Cómo llego a esta cifra? Muy simple. En ese mismo rango de edad escolar hay 2,964,044 mexicanos y mexicanas con alguna discapacidad o limitación. Con discapacidad son exactamente 751,199, y con alguna limitación los restantes 2,212,846.
Pero la SEP tiene registro de haber dado clases a 643,203 estudiantes con discapacidad en el ciclo anterior (esta cifra es restando del total registrado a 29,917 alumnos con aptitudes sobresalientes que la Secretaría incluye en el mismo apartado).
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