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La sombra de la crisis se extiende sobre Europa desde hace varias semanas. Los ánimos más apagados, los rostros más tristes, la gente quejándose de la subida de precios y de las hipotecas más elevadas, algo menos de turismo en plena temporada vacacional. Así se manifiesta el sello profundo que la guerra de Rusia contra Ucrania está dejando en la economía de los países europeos.

Afectados anteriormente por la pandemia, los europeos se enfrentan ahora a la crisis provocada por la incertidumbre en el ámbito energético que altera diferentes sectores y genera una inflación elevada. En la Unión Europea (UE) la subida de precios se sitúa en término medio en el 8.9% anual (datos de junio 2022), pero si analizamos diferentes países miembros, esta cifra puede variar desde 6.1% (caso de Malta) hasta incluso 22% (Lituania). Los productos energéticos son los que más suben, alcanzando casi 40%. [1]

Para la mayoría de los gobiernos, empresas y ciudadanos, la principal preocupación de este verano es cómo prepararse para el invierno, que podría ser más frío de lo habitual por la escasez del gas ruso. Este recurso energético que Rusia ha estado vendiendo a los países de la Unión Europea se ha convertido desde hace algunas semanas en el nuevo campo de la guerra económica entre Rusia y la UE.

Actualmente ya hay seis países de la UE que no reciben el gas de Rusia. Son Bulgaria, Dinamarca, Estonia, Finlandia, Países Bajos y Polonia. A eso hay que sumar una docena de Estados en los que se han detectado problemas con la llegada de este recurso, siendo Alemania la que más ha apostado en su momento al gas ruso y la que más está resintiendo ahora esta situación.

No cabe duda de que en el ámbito del gas Rusia tiene mucha capacidad de presionar a los europeos y lo hace cortando los suministros o disminuyéndolos con el argumento de problemas técnicos y sanciones que imposibilitan la llegada de repuestos. El gas es el único recurso que hasta ahora no se encuentra en la lista de las sanciones europeas dirigidas contra Rusia. El carbón y parcialmente el petróleo ya figuran entre los productos que Europa está dejando de comprar. No obstante, el mercado del gas, por su carácter regional, una elevada dependencia de muchos países europeos y ausencia de infraestructura para encontrar salidas rápidas presenta un reto mayor.

Las alternativas al gas ruso existen, pero no garantizan una transición tan rápida. Se necesitarán dos o tres años para realizar el cambio del rumbo que provocó la invasión rusa en la política energética de la UE y sus países miembros. Hoy ya se sabe que el gas de otros proveedores como los Estados Unidos, países de África del Norte o del Medio Oriente que empieza a llegar a la UE no será suficiente para rellenar el hueco que podría aparecer en caso de que Rusia cerrara totalmente el gas en invierno. Es por lo que en algunos países se tomó la decisión de regresar temporalmente al carbón, en detrimento de los compromisos climáticos, así como de usar más energía nuclear. El punto clave es tener lo antes posible los almacenes de gas llenos para aguantar dos meses de invierno sin problemas. Para lograrlo, los países de la UE se han comprometido incluso a ahorrar voluntariamente el 15% del consumo de la energía como resultado del acuerdo logrado en el Consejo Europeo. Equivale a menos aire acondicionado en un  verano muy caluroso, ahorros en la iluminación pública y otras medidas que saben a crisis. Obviamente, todos estos ajustes implican, en muchos casos, la necesidad de construir una nueva infraestructura, como por ejemplo los puertos para la recepción del gas licuado y las centrales nucleares, así como el desarrollo más acelerado de las energías renovables.

Los europeos lo pasan mal, sin duda. Pero todo indica que los rusos lo viven mucho peor. En un reciente estudio de la Universidad de Yale se constata que “el posicionamiento estratégico de Rusia como exportador de materias primas se ha deteriorado irrevocablemente”, “las importaciones rusas se han derrumbado y el país enfrenta grandes desafíos para asegurar insumos, piezas y tecnología”. Asimismo, “la producción nacional rusa se ha paralizado por completo” y se observa un aumento de precios y angustia de los consumidores. Finalmente, “Rusia ha perdido empresas que representan el 40% de su PIB, revirtiendo casi la totalidad de las tres décadas de inversión extranjera”. [2]

¿Será eso suficiente para consolar a los ciudadanos de los países de la UE que sienten cada vez más el peso económico de la guerra? Probablemente no y todos desean aquí que la guerra acabe lo antes posible, aunque el cambio en el rumbo de la política energética europea es irrevocable. Este invierno va a ser un gran examen de la capacidad de la Unión Europea de resistir. No cabe duda de que a mediano plazo Rusia perderá la mayoría de sus clientes de la UE, pero en este tiempo les esperan a varios países europeos muchos dolores de cabeza para encontrar y afianzar un nuevo equilibrio energético.

@BeataWojna

Profesora de Relaciones Internacionales. Tecnológico de Monterrey.


Referencias:

[1] Euroindicators, July 2022, /content/files/eurostat/documents/2995521/14644650/2-29072022-AP-EN.pdf/8b14d87f-df6c-aeb5-7dc9-40c60e4f6bc2.pdf

[2] Business Retreats and Sanctions Are Crippling the Russian Economy by Jeffrey Sonnenfeld, Steven Tian, Franek Sokolowski, Michal Wyrebkowski, Mateusz Kasprowicz, SSRN, July 2022, https://papers.ssrn.com/sol3/papers.cfm?abstract_id=4167193


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