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Por Brenda Crabtree Ramírez*
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La frustración por decirlo menos, es lo que siento ante la realidad que enfrentamos en los últimos tiempos. 

 En un sistema de salud que arrastra consigo una precariedad dolorosa, donde aún las instituciones más sólidas y reconocidas de nuestro país, se ven sumidas en una interminable crisis en donde los medicamentos o insumos esenciales pueden faltar por días, semanas o meses: antibióticos, prótesis ortopédicas, gastrointestinales, dispositivos neurológicos, etc. recursos que, en última instancia, mejoran o salvan vidas. Esta escasez se ha vuelto tan cotidiana que con ello viene una abrumadora normalización dentro de la atención a la salud. Día tras día, los médicos nos enfrentamos a la ineludible responsabilidad de dar la cara a nuestros pacientes, dando explicación de qué podemos y no podemos ofrecer ante esta situación. 

 Lo inquietante también es que, somos observados por médicos en formación: ¿Qué mensaje les estamos enviando? En un tiempo donde la burocracia institucional pesa como una losa más, la constante falta de insumos, rendirse y conformarse se vuelve lamentablemente un paisaje… ¿Es esto lo que queremos que aprendan?

 Por otro lado, en el área de la investigación clínica, nos encontramos en un momento crítico: en un país donde la ciencia es de poco interés, los fondos para investigación clínica nacionales son ínfimos y muy competidos, muchos investigadores hemos recurrido a instancias internacionales. 

En mi caso, he tenido la fortuna de obtener financiamientos extranjeros desde hace casi 2 décadas, de tal suerte que dentro de mi equipo de investigación, dependemos en un 80% de proyectos financiados por los Institutos de Salud de los EUA (NIH). Sin embargo, debido a la nueva administración de Trump, se ha discontinuado el apoyo a sitios de investigación en el extranjero, incluyendo el mío. Esta situación no sólo pone en riesgo los empleos de muchas personas, sino que también, compromete nuestra contribución a la evidencia científica en nuestro país y nuestra región… Y por encima de todo, les estamos fallando a los participantes y sujetos de investigación, terminando estudios en forma prematura, los cuales, podrían aportar información valiosa para su salud. Terrible, por donde se vea… 

 En medio de esta disrupción, ¿qué decirles a los jóvenes que quieren ejercer la medicina pública y a aquellos futuros investigadores?

 Desde siempre, mi vida ha estado marcada por el desafío de superar el constante mensaje de que “no se puede”. Sin embargo, he aprendido a nadar contracorriente, a empujar los límites y a lograr lo que siempre solía creerse como improbable o imposible para una mujer mexicana investigadora en VIH. La determinación, el trabajo duro, la resiliencia, y la claridad sobre el camino correcto, han sido mis aliados para lograr frutos poco a poco. Sin embargo, debo admitir con tristeza que el actual clima del mundo me hace sentir francamente y por primera vez, agotada. 

 Sé perfectamente que en tiempos inciertos y difíciles como ahora, es esencial no sólo resistir, sino también, encontrar la manera de inspirar a las nuevas generaciones, porque son ellos los agentes de cambio para el futuro. 

A ellos, les debemos un legado de valentía y compromiso, un testimonio de que, a pesar de las adversidades que se presenten, hacer lo correcto siempre debe ser nuestra meta y no la normalización de ver lo que “no se pudo o no debió hacerse pero a falta de…”. 

Hoy más que nunca, hago un llamado a la acción, un recordatorio de que, aunque el camino sea totalmente adverso, es nuestra responsabilidad estar a la altura, siendo críticos y exigentes para dar el ejemplo de entereza que nuestros jóvenes y su futuro ameritan.

 A Raul, Mariem, Fer, Ramón, Santi y Nancy. Gracias por inspirarme.

*Infectóloga, Investigadora en temas de VIH, SNII nivel 2 y Profesora de Alta Especialidad en VIH.

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@BrendaCrabtreeR

Las opiniones expresadas son responsabilidad de sus autoras y son absolutamente independientes a la postura y línea editorial de Opinión 51.


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