Las inesperadas derrotas del oficialismo

Su derrota en las elecciones, aunque municipales, sugiere que ningún régimen autoritario es inmune a la voluntad popular.

Las inesperadas derrotas del oficialismo
Brenda Estefan

Por Brenda Estefan

Las encuestas daban por ganador al partido en el poder. Los analistas argumentaban que el control del gobierno del órgano electoral y de los medios de comunicación hacían poco probable un triunfo de la oposición. Además, las recientes elecciones habían sido ganadas por el partido gobernante y el presidente, siendo una figura muy fuerte, esta vez se había involucrado directamente en las campañas electorales para apoyar a “sus candidatos”. Todo apuntaba a un triunfo para el oficialismo. No fue así. El domingo por la tarde, los medios de comunicación del mundo comenzaron a reportar la contundente derrota del partido del presidente turco, Recep Tayyip Erdogan, en las elecciones locales de su país. El partido islamo-conservador AKP, que a lo largo de dos décadas había consolidado su dominio de la política turca, perdió en las principales ciudades del país: Izmir, Bursa, la capital: Ankara y el corazón nacional: Estambul. Paradójicamente, el presidente turco, a pesar de su reelección hace apenas diez meses, sufrió el más fuerte revés electoral de su larga carrera política.

Erdogan personifica la figura del "hombre fuerte" que socava la democracia y busca subyugarla a su voluntad. A lo largo de su mandato, ha menoscabado la libertad de prensa, reprimido a la oposición e intervenido en instituciones clave del Estado, como el poder judicial y las fuerzas armadas. Sin embargo, su derrota en las elecciones, aunque municipales, sugiere que ningún régimen autoritario es inmune a la voluntad popular.

Es crucial distinguir entre regímenes plenamente dictatoriales, como el de Nicolás Maduro en Venezuela o Daniel Ortega en Nicaragua, donde las elecciones son una farsa sin competencia alguna, y aquellos considerados "illiberales" o “autoritarios”, es decir a medio camino entre la democracia y la dictadura, que aún permiten cierto margen de maniobra política. En los segundos, aunque la lucha democrática ha sido históricamente cuesta arriba, una oposición bien articulada y una copiosa participación ciudadana pueden traer un cambio real.

El caso polaco es ilustrativo. En el pasado mes de octubre, desafiando a todas las encuestas, la alianza opositora liderada por el ex primer ministro Donald Tusk, logró una amplia victoria en las urnas contra el régimen de extrema derecha del Partido Ley y Justicia (PiS, por sus siglas en polaco), que había estado en el poder durante ocho años y cuya deriva autoritaria había debilitado las instituciones democráticas del país. La movilización de sectores de la población tradicionalmente abstencionistas y una participación histórica del 74% en las elecciones mostraron la determinación de los polacos de resistir el autoritarismo. 

Otro caso significativo es el de Gambia, donde en 2016 el presidente Yahya Jammeh, en el poder durante más de dos décadas, fue inesperadamente derrotado en las elecciones presidenciales por Adama Barrow, un candidato de la oposición respaldado por una coalición de partidos. A pesar de los intentos de Jammeh por mantenerse en el poder, la presión internacional y la determinación del pueblo gambiano para defender su democracia fueron decisivas para poner fin a años de gobierno autoritario y ofrecer una nueva esperanza para la democracia y el respeto a los derechos humanos en el país africano.

Finalmente, en Malasia en 2018, la alianza opositora liderada por el veterano Mahathir Mohamad, logró una sorpresiva victoria contra Najib Razak, quien enfrentaba acusaciones de corrupción y malversación de fondos públicos. A pesar de sus intentos por mantenerse en el poder mediante el control de los medios de comunicación y la represión de la disidencia, Razak se encontró con una población decidida a darle a la oposición una contundente victoria.

Estos ejemplos son un recordatorio de que, incluso en entornos políticos hostiles, la voluntad popular puede prevalecer sobre la maquinaria autoritaria del poder establecido. Y de que una ciudadanía que participa y vota es crucial para contrarrestar las tendencias autoritarias, mantener abiertas las puertas a la alternancia política y fortalecer las democracias que, a pesar de enormes desafíos, siguen siendo el mejor instrumento para la rendición de cuentas y la corrección del rumbo político en todo el mundo.

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@B_Estefan

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