Por Brenda Lugo*

Hace diez años, Dafne tuvo un parto involuntario en el baño de la tienda Liverpool en San Juan del Río. Eso la llevó a pasar más de tres años encarcelada y una década sin justicia.
Casi nunca tenemos memoria sobre los hechos que marcan el lugar de donde somos. No es nuestra culpa: el Estado se encarga de borrar aquellas historias que incomodan y trasgreden.
Por eso, aquí la recordamos.
A Dafne la encarcelaron porque, en 2015, tuvo un parto espontáneo en el baño de aquella tienda donde trabajaba. La tienda, negligente y deshumanizada, ignoró todos los protocolos de emergencia. Incumplieron una serie de obligaciones hacia sus trabajadoras y decidieron no ayudarla. Entorpecieron la llegada de los servicios médicos, actuaron de forma irregular y negligente, hasta que la bebé de Dafne falleció en ese mismo baño, junto a ella, casi inconsciente.
La violencia obstétrica que sufrió Dafne por parte de la tienda acabó con la vida de la bebé. Lo que sí hizo Liverpool fue dar aviso a la policía para que se la llevaran detenida.
En un estado profundamente conservador, la Fiscalía de Querétaro la acusó de matar a su propia hija y la sentenció a 16 años de prisión.
“No era una buena madre”, argumentó la Fiscalía, junto con declaraciones lamentables del fiscal Gustavo Dolores Acosta que, por respeto, prefiero no reproducir.
Gracias a un equipo extraordinario de abogadas y abogados, Dafne logró salir de prisión el 23 de enero de 2019. Fueron poco más de tres años privada de su libertad.
La liberaron, sí, pero no fue suficiente. Porque hacer justicia no es solo salir de una celda: es reconocer el daño, pedir disculpas y reparar.
Dafne nunca recibió una disculpa pública del Estado por quitarle su libertad y estigmatizarla una y otra y otra vez. El Estado no solo ignoró su deber de protegerla, sino que la castigó por discriminación y prejuicios de género. Por creer que una “buena madre” habría hecho lo imposible por salvar a una bebé cuya existencia desconocía y cuya vida no podía proteger, desangrándose en ese baño, sola, mientras el personal de una empresa obstruía toda ayuda médica que se acercaba.
La empresa Liverpool no ha sido juzgada por el daño irreparable. Tampoco asumió ninguna responsabilidad. Según cuenta Dafne, no hay evidencia pública de que haya pagado siquiera la multa que se le impuso en un inicio por sus acciones y omisiones. Y tras años de litigio, siguen sin reparar el daño. Nadie respondió tampoco por las pérdidas económicas de su familia. Sus padres perdieron su patrimonio pagando a los primeros abogados, que nunca resolvieron nada, pero sí cobraron.
Su primera hija, que entonces era una niña, perdió a su madre durante los años clave de su infancia. Dafne se perdió esos años de maternidad. También perdió a su segunda hija en aquel baño. Perdió su libertad en un Centro de Reinserción Social, su trabajo en la empresa en la que confió, su tranquilidad y su salud emocional.
La historia de Dafne debe marcar un precedente en términos jurídicos: en cómo se debe juzgar con perspectiva de género, pero, sobre todo, en la necesidad de una reparación integral y en llevarnos a un análisis sobre las responsabilidades que tienen las empresas en materia de derechos humanos. Por eso hoy se lucha para que el caso de Dafne llegue a la Suprema Corte de Justicia de la Nación y avancemos en materia de derechos humanos de las mujeres.
A diez años, lo único que no han podido arrebatarle a Dafne es la resistencia y la valentía de seguir luchando para que ninguna otra mujer vuelva a vivir las violencias que ella enfrentó; y para que, algún día, la justicia finalmente llegue.
*Soy queretana y egresada de la Escuela de Periodismo Carlos Septién García. Mis publicaciones se encuentran en diversos medios digitales locales y nacionales. Trabajo en adentrarme en el terreno pantanoso de la política, a veces desde el periodismo, otras veces desde sus profundidades. Hago análisis político y descifro el lenguaje del poder. Formo nuevas generaciones de periodistas en la Universidad Autónoma de Querétaro, devoro podcasts y nunca dejo de escribir.
Las opiniones expresadas son responsabilidad de sus autoras y son absolutamente independientes a la postura y línea editorial de Opinión 51.

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