Amor, con amor se paga; las remesas, con recortes a los paisanos

La bofetada que propinó el gobierno a los migrantes mexicanos que con remesas y peligros han mantenido sin hambre a varios rincones del país fue: no hay apoyo para repatriar cadáveres hallados.

Amor, con amor se paga; las remesas, con recortes a los paisanos
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Amor, con amor se paga; las remesas, con recortes a los paisanos
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Amor, con amor se paga, ha dicho hasta agotarse el presidente Andrés Manuel López Obrador. Y las remesas de los paisanos… con discursos de agradecimiento y con acciones de desprecio desde el gobierno.

No hace ni dos meses que en su Tercer Informe de Gobierno, el Presidente de la República se vanagloriaba del esfuerzo de los migrantes mexicanos en Estados Unidos. A golpe de esfuerzo y arriesgar la vida en un país ajeno, agradeció, mandan a México envíos de dinero cada vez mayores. “Un récord histórico” describió en un tuit reciente en el que compartió que llegaron cuatro mil 743 millones de dólares de remesas solo en agosto.

Muchos dólares para tanto abandono. Y para muestra un botón.

A 30 kilómetros de Tlapa de Comonfort, en Zacaixtlahuacán, municipio de Copanatoyac en la montaña de Guerrero, zona expulsora de migrantes hacia Nueva York o “Tlapa York”, como se le conoce a la urbe de hierro que les salva del hambre, estos días han sido de luto.

Emma Sánchez Flores, una mujer de 28 años y madre de seis - tres niñas y tres niños - menores todos, aún espera los restos de su esposo Nicolás Martín Francisco de Jesús, quien murió en la frontera entre México y Estados Unidos, hace tres meses.

Emma Sánchez Flores y sus hijos

“Me habló el 3 de julio y dice que va a salir para el desierto y ya después me va a llamar y después ya no sé de él. Me dijeron que lo encontraron muerto. Ya había pasado para Estados Unidos y estuvo caminando como siete días y después de siete días estuvo tirado como ocho días ya fallecido”, relata mientras escapan lágrimas sobre su rostro curtido de sol y envejecido de súbito por saberse sola y sin medios de subsistencia de la noche a la mañana.

Emma Sánchez Flores

Su casita, a diferencia de la mayoría en la comunidad, es aún de adobe y piso de tierra. El fenómeno de la migración que convierte en cemento y tabiques los hogares no ha tocado su pequeña vivienda. Es de dos estancias y cocina de humo, tiene una sola ventana, un ropero, tres colchones alineados sobre cartones y una cama de acero en la que duermen los ocho miembros de la familia. Estos días no sólo le invade el duelo y el dolor por saberse sola al frente de seis niños, le angustian las deudas que asumieron ella y su hoy difunto esposo para pagar al “coyote” y a la mafia, como nombra al crimen organizado que controla cada punto de cruce de indocumentados en la frontera norte.

“Cuando ya está en Tijuana dice que se acabó el dinero; fue cuando pedimos prestado. Yo me endeudé con 25 mil pesos que él llevó y ya en la frontera le llamó a su hermana y le pidió 30 mil pesos para la mafia, porque la mafia cobra”, explica Emma.

De hecho, el Centro de Derechos de la Montaña Tlachinollan advirtió que desde que se desató la pandemia de Covid-19 la migración hacia Estados Unidos aumentó y junto a la expulsión hacia el vecino del norte, los riesgos y la muerte. “Los migrantes de la montaña han sido víctimas de la delincuencia, hemos registrado casos de jóvenes secuestrados por el crimen organizado, jóvenes desaparecidos y hemos contabilizado 11 que han perdido la vida en lo que va del año”,  resume Abel Barrera director de “Tlachi”,  como se conoce a la OSC (Organización de la Sociedad Civil).

La pandemia profundizó la pobreza y como consecuencia la necesidad de migrar.

“La migración internacional es el milagro de la montaña, es la bendición, la diferencia entre una montaña empobrecida y la urbe de hierro. Por lo menos los billetes verdes pueden hacer el milagro de que hermanos, madres, esposas puedan comprar lo básico en sus comunidades”, resume Barrera.

Historias como la de Nicolás, abandonado en el desierto por el “coyote” y pagando ya no sólo a los traficantes de personas, sino al crimen organizado por pisar la frontera, son cada vez más comunes en la montaña y en el país.

Emma Sánchez Flores y su hija

Tan solo en julio pasado 55 mil mexicanos fueron detenidos por la “migra”, una cifra no vista desde hace dos décadas y el doble de detenidos que hace exactamente un año por la Patrulla Fronteriza.

La caza por las remesas ha traído de la mano más muertes: 203 fallecidos en lo que va de este año. Y con este indicador al alza, la necesidad de velar y sepultar a los seres queridos en su lugar de origen. Ahí, precisamente, se encuentra la bofetada que propinó el gobierno a los migrantes mexicanos que con remesas y peligros han mantenido sin hambre a varios rincones del país: no hay apoyo para repatriar cadáveres hallados en la frontera norte.

Emma aún espera los restos de su marido que en vez de un sueño americano encontró la muerte en el desierto en pleno infierno de julio. Su hermana, migrada desde hace años en Nueva York, asumió el pago de nueve mil dólares que costará el traslado del cuerpo a México.

“La verdad no tenemos nada pues orita que se fue no tenía ahorro, nada, nomás puro prestado para que pudiera viajar”, dice en un español pulcro, aprendido en los escasos años de escuela que cursó en su localidad mixteca. “¿Por qué no te ayudó el gobierno a repatriarlo?”, pregunto. “Me dijo mi cuñada que por análisis, los estudios, que todo eso, la funeraria donde lo tienen. Ya era irreconocible y lo checaron. Que si era él con 100% de seguridad me lo dan. Hicieron pruebas y sí es Nicolás. Nos lo dan pero vamos a pagar nueve mil dólares”, remata.

Abel Barrera explica que hace tres años se suspendió el apoyo gubernamental para repatriar restos de migrantes muertos en la frontera. La austeridad republicana contrapuesta a la bonanza de las remesas.

“No hay una corresponsabilidad a las remesas en el sentido de cómo ayudar a los migrantes en EU, a la población que está haciendo todo el trabajo para que vengan recursos al país. A cambio de su esfuerzo no reciben ni un fondo para que si llegan a morir, su gobierno les apoye. Ni siquiera hay un vuelo para que llegue su cuerpo a la montaña”, agrega el director de Tlachinollan.

Durante los primeros meses del año pasado el gobierno trasladó gratuitamente las cenizas de migrantes fallecidos por Covid-19. Solo por el nuevo coronavirus. Lo hizo en un par de ocasiones y con los medios como testigos de su “generosidad”. Sin embargo, esos traslados pararon. La Cancillería anunció este año un recorte a su presupuesto del 75% por lo que los vuelos de repatriación quedaron cancelados. Tras reclamos de organizaciones de migrantes recularon, pero sólo para trasladar cenizas de fallecidos de Covid-19 y sin una partida clara y etiquetada.

El hijo mayor de Emma, de 15 años, ya abandonó la escuela y consiguió trabajo por 200 pesos diarios en una obra en Tlapa. El futuro pende, pues, de los hijos. La beca de los que aún estudian y los alcances y sueños que decida perseguir el mayor de la familia que a sus 15 está en edad de migrar.


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