Por Claudia Pérez Atamoros
Les cuento. Llegué a una reunión y me saludaron ¿qué pedo? y enseguida me hicieron una observación: “te faltó pedito”. ¡Ah caray!, sí me faltó ese pedo…
Espero, no me vayan a estar chingando ahora con esto y aquello, porque ante tal reacción voy a seguir en la pulcra línea de la expresión verbal del mexicano y ustedes súmenle a mis omisiones en paz.
Si bien el pedo es algo así como la espina dorsal de mis connacionales, el verbo chingar es, sin duda, nuestro sistema nervioso central. Estoy convencida de que no hay palabra más versátil, sonora, poética, maldita o entrañable en este nuestro idioma cosido a base de albures, resistencia y sarcasmo.
Porque chingar es tótem, es sangre, sudor y expresión mexicana. Nos define, nos condena y nos redime.
Chingamos, nos chingan, estamos hasta la chingada, todo está de la chingada, y aun así decimos:
—¡A chingarle, que no es mole de olla!
Porque en México chingar lo dice todo sin decir más: puede ser beso, bofetada o bautizo. Es infinitivo, imperativo y gerundio de eso que llamamos nuestra idiosincrasia: “chingas o te chingan”. No hay más.
Y aunque Octavio Paz lo haya querido analizar con lentes de intelectual, la verdad es que chingar es más profundo que un ensayo. Es experiencia directa. Es acto y reacción. Es un verbo vital. “La palabra chingar, con todas estas múltiples significaciones, define gran parte de nuestra vida y califica nuestras relaciones con el resto de nuestros amigos y compatriotas. Para el mexicano la vida es una posibilidad de chingar o de ser chingado” ...
Allá en la primera década de los 2000 se publicó el libro sagrado: El Chingonario, diccionario del uso, reuso y abuso del Chingar y sumado a lo publicado en el Laberinto de la Soledad de Paz, pos ya estuvo, ¡grosería no es! Y sí, no me chinguen ni se hagan los occisos, es verbo carnal, de uso y costumbre nacional.
“Chingón” es el que lo hace todo bien: el que resuelve, improvisa, se faja. El que se rifa. Pero cuidado: ser “chingón” no siempre es virtud. También puede ser el que se pasa de lanza, el que abusa, el que quiere llevarse todo… el que chinga, el que la hace de pedo por todo, pues.
“Chingaquedito” es el que te arruina la vida poco a poco, sin hacer ruido. El experto en erosión emocional pasiva-agresiva. Te mata a besitos, pero con veneno. Es el gaslighting tan de moda en el léxico de “ustedes comprenderán” y si no, pregúntenle a las “niñas bien”
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