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Por Claudia Pérez Atamoros

En esta columna: Claudia Pérez Atamoros describe el sinsentido del después que tanto caracteriza la actuación de nuestras autoridades, la ausencia de visión de Estado, la falta de arquitectos del futuro y la abundante presencia de los apagafuegos que tapan pozos cuando ya se ha ahogado el niño.


Después del niño ahogado tapan el pozo.

Después de la tragedia, las autoridades improvisan un operativo, montan una conferencia de prensa y despliegan un ejército de promesas. Después. Siempre después. Como si el país funcionara con manual de post desgracias. Porque México no tiene reloj: tiene despertador de desgracias.

México vive en tiempo condicional y verbo pasado. 

Después de la vivienda inundada, se rellena la zanja —a veces.

Después de la mujer desaparecida, cambia el protocolo.

Después de la autopista destruida por un deslave, se traza de nuevo.

Y así, en este país, el “después” se ha vuelto nuestra moneda corriente.

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