Por Claudia Pérez Atamoros
El #fútbol no solo se juega en los estadios, el #Azteca o Akron: se juega en parques de Chicago, en llanos de Zacatecas, en la memoria de quien cruza el desierto con una playera verde vieja. Para los millones de migrantes, cada Mundial es un regreso imposible a casa: 90 minutos donde se olvida la migra, el doble turno y la nostalgia que quema.
Para los #migrantesmexicanos en #EstadosUnidos, es un boleto directo a casa, a la infancia, a la risa y a la memoria. El #soccer ¡qué ironía! es olor a barrio, a llanos, a ilusiones… Durante las #WorldCup en #México, no solo se jugaba con los pies y la cabeza; también saltaban a la cancha los recuerdos, las narraciones del Conde Calderón, Ángel Fernández y Fernando Marcos, y aquellos enormes televisores de bulbos. Recordar es vivir y sí, hay que tener buena memoria para no olvidar lo que el #futbolmexicano ha significado para los nacionales y para los #Migrantes.
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