Por Claudia Pérez Atamoros
Diciembre en México nunca llega solo. No entra con villancicos y paz, sino con olor a pólvora, política pedorra y placas tectónicas frotándose como si también pidieran aguinaldo.
Es nuestro mes dual: el país huele a canela… y a nervio. A ponche… y a tensión. A rompope… y al reacomodo institucional disfrazado de posada. Con una piñata a punto de quebrarse.
SUSCRÍBETE PARA LEER LA COLUMNA COMPLETA...