Por Claudia Pérez Atamoros
Ni lo uno ni lo otro, sino todo lo contrario. Y como bien dijo aquel sabio expresidente populista López Portillo, se estaba al borde del abismo y se dio un paso firme al frente.
Solo no lo vieron venir quienes, desde su entorno y burbuja de asuntos personales, se acostumbraron a verle ahí sin detenerse a observar el deterioro en el que se encontraba todo, todo, desde su fachada hasta sus entrañas.
La debacle comenzó años antes. Nadie prestó atención. Su interior fue deteriorándose de poco a poco para luego ser consumido por el fuego; el desinterés fue patente por más de 30 años.
El Patio, el otrora más importante escenario del espectáculo nocturno musical de la capital mexicana se derrumbó ¿de sopetón?, ante la mirada atónita de quienes por ahí transitan a diario y nunca calcularon cuán debilitada estaba esa estructura.