Por Claudia Pérez Atamoros
Tuve insomnio. Y recordé dichos de mi pasado. Gallina vieja hace buen caldo (solía decirme la Vero a propósito de…) y las monjas con las que me instruí eran defensoras de vivir en castidad…
De ahí este texto que mide sin vara y consigna sin vano.
“Es una mujer sin escrúpulos, es una mujer que mide, que espía a quien quiere comprar, a quien quiere asociarse o a quien quiere destruir”, le dijo Noe Rivera, ex coordinador de observadores electorales del SNTE y ex colaborador de la maestra, en 2013, a Francisco Zea, periodista.
Con una fortuna estimada en poco más de trescientos setenta millones -según Cuestione.com de agosto del 2019- producto de su puritito cálculo político (aunque ella asegure que proviene de la herencia materna), la maestra Elba Esther Gordillo es el heraldo de la corrupción hecha mujer. Por años traficante de influencias, veleta del sindicalismo más espurio y vil que de una manera u otra forjó toda una escuela delincuencial dentro y fuera del magisterio mexicano.