Por Consuelo Sáizar de la Fuente

Alondra de la Parra ha hecho del desafío su partitura cotidiana: desde fundar orquestas hasta enfrentar desafíos atávicos, cada proyecto suyo parece imposible hasta que lo logra. Mahler es el más reciente de sus retos conquistados.
Esa noche de finales de junio de 2025, en el abrazo salino del Caribe mexicano, los asistentes al Festival PAAX GNP fuimos testigos de un instante que pareció suspendido entre lo histórico y lo epifánico. La Sinfonía No. 1 Titán de Gustav Mahler, bajo la dirección de Alondra de la Parra, no fue solo música; fue un conjuro que detuvo el tiempo en el Hotel Xcaret Arte. Cada nota, arrancada por la Orquesta Imposible que dirige, resonaba con una potencia equiparable a las mejores interpretaciones históricas: “he visto, me dijo emocionado uno de los críticos musicales más severos del país, a los mejores directores del mundo dirigir esto: a von Karajan, a Bernstein, a Mutti, y lo que hoy presencié con Alondra, está a la altura de ellos).
Para mí, además, fue un eco que me transportó a otra noche, a la del Bicentenario de 2010, cuando Alondra, flanqueada por Ely Guerra, Lo Blondo y Natalia Lafourcade, hizo brotar “Cielito lindo” de 25,000 gargantas frente al Ángel de la Independencia. En ambos momentos, el sonido se volvió memoria, un puente del recuerdo.
Desde su fundación en 2022, el Festival PAAX GNP es un refugio donde la música clásica se despoja de su distancia. “Quería compartir con México, con mi gente, a los mejores artistas del mundo”, contó Alondra, con una claridad admirable en su ambición de vincular lo universal con lo cotidiano. La cuarta edición, del 19 al 29 de junio, reunió a más de cien artistas de veinte países, un tapiz tejido con la precisión de la prosa de Joan Didion, para quien el arte era un destello de verdad en el caos.
Daniel Hope, con el Concierto para violín No. 1 de Britten, tejió una melancolía que flotaba como la brisa; Lydia Shelley, con el Concierto para violonchelo en Mi menor de Elgar, extrajo un lamento que consolaba. Las galas de ballet, guiadas por Christopher Wheeldon con un estreno de Danielle Rowe, danzaron como versos sueltos que sujetaba en el placer. Gershwin, la vida en azul entrelazó jazz, sinfonía y movimiento.
Los PAAX Talks, en donde Neïma Naouri compartió cómo el escenario la hace vulnerable, y -entre otros memorables momentos-, José Luis Barros, Lázaro Azar y Gerardo Kleinburg dieron tres visiones complementarias sobre la obra de Gershwin, son muestra de la ambición pedagógica del Festival.
Los PAAX Darkside, por otro lado, con Mane de la Parra cantando y haciendo bailar en la penumbra, disolvieron la línea entre artista y público. Desde un homenaje a Ella Fitzgerald hasta piezas de Stravinsky y Bartók, el programa fue un mapa de lo posible, un desafío a las fronteras de la experiencia que solo ofrece el arte.
La Orquesta Imposible, nacida en 2020 en el silencio impuesto por la pandemia, fue el primer latido de PAAX GNP. Cuando los conciertos eran un espejismo, Alondra unió digitalmente a solistas como Guy Braunstein y Sarah Willis para el Danzón No. 2 de Arturo Márquez, apoyando a mujeres y niños golpeados por el COVID-19. “Le llamamos ‘imposible’ porque lo era”, dijo, pero la música, como un verso terco, halló su sendero. Hoy, esta orquesta lleva adelante el ciclo de Mahler, un proyecto que confronta lo humano sin adornos, un espejo de nuestra fragilidad y la resistencia conjunta.
Ser mujer en el podio es caminar entre prejuicios, pero Alondra, con lucidez equiparable a una poeta, responde con su batuta. “El desafío más grande es contra mí misma”, afirma, y su liderazgo, mezcla de empatía y rigor, es un canto a lo posible. Su visión florece en Armonía Social, que lleva la música a 250 niños vulnerables del Caribe mexicano, no como lujo, sino como raíz: disciplina, autoestima, un derecho que la directora mexicana defiende
implacablemente.
PAAX GNP ha enfrentado, y esquivado, tormentas. El huracán Beryl de 2024, que obligó a reprogramar actividades, recordó la fragilidad de los sueños. La sostenibilidad y la frescura artística son retos constantes. Pero el apoyo de Alejandro Baillères y Grupo Xcaret ha permitido que PAAX prospere, con el mar y la selva como escenario. Una especie de “Salzburgo en la playa”, el festival une tradición y modernidad, lo local con lo universal. ¡Qué maravilla que sea en México!
La espera para 2026 es un murmullo ansioso, no solo por la promesa de Mahler, sino porque PAAX GNP es un ritual que se inscribe, desde su inicio y por su grandeza, en la historia artística de México. Su permanencia es mucho más que ilusión: es la certeza consolidada de habitar un paraíso de música, ballet, palabras, belleza natural y generosidad. Alondra de la Parra, con su batuta, no conjura el mundo: lo nombra, nota a nota, hasta que el silencio aprende a cantar.
Las opiniones expresadas son responsabilidad de sus autoras y son absolutamente independientes a la postura y línea editorial de Opinión 51.

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