🏳️‍🌈 Sangre y cristales

Estoy viva pero la herida es grande, y seguirá creciendo porque sinceramente no creo que la sociedad vaya a cambiar, no al menos drásticamente.

🏳️‍🌈 Sangre y cristales
Diana J. Torres

Lo que recuerdo nítidamente de aquel 5 de mayo de 2019 son los charcos de sangre llenos de cristales que había regados por todo el piso del restaurante, y el olor a carnicería y sudor. No recuerdo mucho más, gritos y golpes desdibujados, las caras de mi bar tender y de mi amigo Miguel Ángel Ángeles diluidas, teñidas de rojo y terror.

Unas horas antes un tipo, vecino de la cuadra que estaba drogándose afuera en la banqueta junto a otro, me había pedido trago gratis, y tras acceder un par de veces decidí decirle que no. Entonces empezó a presionarme para que me fuera con él a un motel a tener sexo. Evidentemente también me negué, recordándole algo que él ya sabía perfectamente: que no me gustaban los hombres, que era lesbiana. Su insistencia se fue haciendo más y más amenazante hasta que por último me dijo que si no me iba con él en ese momento me iba a matar a "toda la bola de putos que tenía adentro".

Mi respuesta final fue que si quería ir conmigo a un motel que avisara a su esposa, que con ella sí le entraba. Eso lo enfureció.

Y lo siguiente no lo recuerdo, no lo quiero recordar. Lo que sí tengo muy presente es que algo así jamas hubiese pasado si el restaurante lo regentase un matrimonio  heterosexual o un hombre solo en lugar de una pareja de mujeres lesbianas. A nosotras nos costó muchísimo ganarnos el respeto del barrio, ser tomadas en serio, dejar de ser agredidas. Son parte de las cosas que el grueso de la sociedad heterosexual no puede y no quiere ver porque les ciega su privilegio de pertener a una mayoría "normal" y normalizante.

Y aunque aquel ataque lesbo/homofóbico haya sido la cosa mas horrible que me ha pasado solo por el hecho de ser lesbiana, no fue la única. A los 16 años recibí mi primer golpe por andar de la mano por la calle con mi chica, me han insultado,  escupido, no me han rentado una casa ni contratado en algunos trabajos por mi preferencia sexual.

Al menos yo estoy viva a diferencia de la inmensa cantidad de personas que fueron asesinadas por no ser heterosexuales. Estoy viva pero la herida es grande, y seguirá creciendo porque sinceramente no creo que la sociedad vaya a cambiar, no al menos drásticamente, no lo suficiente como para perderle el miedo a todo ese odio que fomentan diario hacia nosotrxs instituciones como la iglesia católica o la derecha conservadora, y que tiene como consecuencias directas la violencia y la ignorancia.

El cambio se dará cuando se comprenda que la inclinación sexoafectiva de cada quien es sagrada y que no hace mejores o peores a las personas, únicamente diferentes. Pero para ello se requiere tiempo y muchos esfuerzos que la "gente normal" no parece estar dispuesta a entregar. Se ocupa de un movimiento radical en todas las áreas: la educación, la cultura, la política. Especialmente en la educación, que desde bien pequeñas se enseñe a las personas que no hay una manera incorrecta y otra correcta a la hora de sentir amor y deseo por otrxs, que se deje de dar por sentado que somos heterosexuales por default nada mas nacer. Es una ardua tarea esta que tenemos por delante y personalmente tengo muy pocas esperanzas de que estos cambios vayan a suceder en lo que me quede de vida. Triste pero real.

@Pornoterrorista

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